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domingo, 21 de julio de 2019

Julio2019/Miscelánea. LOS VERANOS EN LA VILLA DE "LAGASCA": LAGASCA Y HUMBOLDT


DOS CARTAS INÉDITAS DE LAGASCA A HUMBOLDT EN TORNO AL LEGADO DE MUTIS
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Miguel Ángel Puig-Samper, J. Luis Maldonado. 
Instituto de Historia, CSIC, Madrid.  
Xosé Fraga  
I.E.S. Monelos, A Coruña
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LAGASCA Y HUMBOLDT Mariano Lagasca. Aunque prematuramente arrebatado para la ciencia española, fue un botánico de primer orden en la línea de los más importantes naturalistas e intelectuales del momento, que reconocieron y valoraron su categoría científica. Su relación con Alejandro de Humboldt, mantenida e intensificada a lo largo del tiempo mediante la correspondencia epistolar, se remonta, sin embargo, a los años en que el viajero prusiano visitó nuestro país camino de su periplo americano y donde éste conoció a los mejores científicos españoles de su época, entre los que destacó su relación con Felipe Bauzá. En el caso que nos ocupa, uno de los mejores discípulos de Lagasca, Eduardo Carreño, en la necrológica que escribió sobre su maestro, afirma que Humboldt conoció a Lagasca en 1799 en la región levantina y comenta al respecto: “quedó sorprendido ante su tacto en la determinación de las plantas y su habilidad en el conocimiento de las especies” (11) En este punto haremos un breve paréntesis para mostrar un perfil biográfico de Lagasca ( Encinacorba, Zaragoza, 1776 – Barcelona, 1839) (12). Tras sus primeros estudios de latín, filosofía, teología y humanidades, el joven Lagasca se inclinó por los estudios de medicina, que comenzó primero en la Universidad de Zaragoza y luego en la de Valencia, para finalizarlos en 1801 en el Real Estudio de Madrid. Sin embargo si inclinación por las ciencias naturales y en especial por la botánica se debió a la influencia de Antonio Verdejo y Antonio Martí Franques y sirvió para que esta fuera su principal dedicación a lo largo de su vida, que en gran parte estuvo ligada a la historia del Real Jardín Botánico de Madrid (RJB). En esta institución, además de conocer a Casimiro Gómez Ortega, estableció una intensa amistad con el que iba a ser su gran compañero científico Simón de Rojas Clemente. La relación con Antonio José Cavanilles sería la más fructífera para el científico aragonés. Colaboró en las Variedades de ciencias, literatura y artes y, con el director del RJB, en los Anales de Ciencias Naturales, quien asimismo le encargó recolectar plantas en el norte peninsular y aportar los datos fitogeográficos necesarios para la Flora Española iniciada por  Miguel Barnades. De esta experiencia de campo merece especial atención su descubrimiento en las montañas astur-leonesas, en julio de 1803, del interesante liquen islándico (Cetraria islandica), preciado vegetal muy útil para remediar las enfermedades de tipo pulmonar. 
En 1803, Cavanilles le propuso como segundo profesor o veceprofesor del RJB, cargo que obtuvo del gobierno en 1806 y en 1807 el de profesor de Botánica Médica, empleando en sus clases por primera vez el método de familias naturales. Con la imposición de José I como rey de España y la ocupación de Madrid a finales de 1808 por las tropas francesas, se procuró atraer a Lagasca a las filas afrancesadas. Por mediación de Humboldt, José Bonaparte, le propuso como director del RJB, pero su posición política le impidió cumplir con el cargo. Se incorporó en 1809 a la resistencia contra los franceses durante los seis años que duró la contienda como médico de número del tercer ejército en las provincias del sur. Aparte de su labor sanitaria y hospitalaria, combatió la terrible epidémia de fiebre amarilla en Murcia, publicó en Orihuela el primer número de las Amenidades naturales de las Españas, muy conocido en la historia de la botánica por la monografía Disertación sobre un nuevo orden de plantas de la clase de las compuestas, que marcó su inicio epistolar con Bonplant al hablarle de esta familia botánica (13). En 1821 publicó en Madrid, el el segundo número, la monografía sobre la familia de las umbelíferas. 
La Regencia del reino en 1813 le concedió interinamente la primera cátedra y dirección del RJB, cargos que le rey le confirió en propiedad poco después, dedicando se a su establecimiento y a superar las limitaciones y recortes de competencias al crearse la Junta de Protección del Museo de Ciencias Naturales, dependiente del gobierno. Además de catedrático de botánica general, continuó con sus dos obras botánicas prioritarias: la Flora Española y la Ceres, esta última en colaboración con su amigo Clemente. En 1816 publicó su Elenchus plantarum H.R.M., catálogo de las plantas del RJB y al año siguiente la Memoria de las plantas barrilleras de España, nombrándosele Inspector General de los Plantíos y Arbolados del Canal del Manzanares. 
Colaboró en la edición que hizo la Sociedad Económica Matritense de la obra de agricultura de Herrera y durante el Trienio Liberal participó en política como diputado a Cortes por Aragón (14), lo que como liberal declarado, con la restauración absolutista le llevó al exilio como a muchos de sus colegas parlamentarios, entre los que se encontraba también Felipe Bauzá, el otro amigo de Humboldt. Después de su paso por Sevilla, Cádiz y Gibraltar llegó a Londres en 1824 donde continuó con sus estudios botánicos, gracias a las ayudas qu el prestaron los mejores botánicos ingleses del momento (15). Examinó el herbario de Linneo, recorrió los jardines y museos londinenses; la Sociedad de farmacéuticos de Londres puso a su disposición el jardín de Chelsea para que cultivase las gramíneas y umbelíferas, se ocupó también de clasificar el herbario de un botánico inglés procedente de un viaje a la India, lo que le reportó dinero suficiente para poder trasladar a su familia que aún permanecía en Cádiz. Publicó artículos en el Gardener´s Magazine y sus Observaciones sobre la familia de las aparasoladas aparecieron en el periódico editado por el grupo de españoles expatriados Ocio de los españoles emigrados; colaboró asimismo en le Semanario de Agricultura y Artes que publicaba uno de esos exiliados, Marcelino Calero. 
En Inglaterra reanudó sus trabajos sobre la Ceres, tras la muerte de Clemente en 1827, cuya redacción se prolongaría hasta el final de sus días (16). De algunas excursiones por los alrededores de Londres, Lagasca colectó algunas plantas que le sirvieron para publicar las cuatro entregas que formaron un tomo del Hortus Siccus Londinensis (17). Escribió nuevos tratados sobre las familias de las gramíneas y aparasoladas; tradujo y aumentó con notas curiosas la Teoría elemental de Botanica de Decandolle, que quedó inédita en poder de su familia, y volvió a componer e incorporar las novedades científicas producidas de los Elementos de Botánica del mismo Decandolle, que había perdido en Sevilla durante su precipitada huida de España. 
La mala salud de Lagasca, seguramente tuberculosis, le obligó a salir de Londres en 1831 en busca de un clima más benigno. Residiendo en Saint Heliers, en la isla de Jersey, colaboró con el agrónomo inglés John Le Couteur en cuestiones agrícolas, pero por un decreto de la reina gobernadora, de 23 de octubre de 1833, Lagasca y algunos otros compañeros de exilio son amnistiados y se les repone en los puestos que ocupaban antes de 1823. En 1837, pese a las intrigas y enemistades de algunos de sus colegas, ocupó la presidencia de la recién creada Junta de Profesores encargada de la Dirección y Administración del Museo de Ciencias Naturales, se incorporó a la enseñanza en el RJB, el gobierno le condecoró con la cruz de Comendador de la orden de Isabel la Católica y numerosas sociedades científicas europeas le distinguieron con otros emblemas honoríficos. El 21 de diciembre de 1838, buscando un clima más favorable tras el agravamiento de su estado de salud, llegó a Barcelona donde falleció de una angina de pecho el 26 de junio de 1839 a los 62 años. 
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