SAN PEDRO
“La que también merece un recuerdo es la iglesia en la que yacen los amantes de Teruel. Es la iglesia de San Pedro, una de las más antiguas y populares de la ciudad, cuya torre ha contribuido a la consagración de ésta como Patrimonio de la Humanidad. Aunque, para entrar en ella, hay que rascarse el bolsillo. Tres euros cuesta verla por encima y cuatro con más detalle. El viajero paga la tarifa simple, que sólo incluye la iglesia y la capilla de los amantes.” Página 465 de Las rosas de piedra, de Julio Llamazares.
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Hay quien dice que lo mejor del mudéjar turolense es el ábside de San Pedro. Desde luego no es lo que más se muestra, pues se encuentra medio oculto, dando a la calle del Caracol. Ahora, hace bien poco, se ha rebajado la casa del sacristán y se ha despejado mucho toda la zona que da a lo que fuera Fosal de San Pedro. La zona ha mejorado también pues siempre fue angosta, húmeda y las nuevas edificaciones le dan, al menos, un aire más urbano. El pavimento de la calle del Caracol se ha conservado, lo cual es un acierto, pues mantiene las primitivas piedras de rodeno natural. En el ábside, propiamente dicho, todavía persisten una pequeñas humedades, que pueden apreciarse en la fotografía. y que será preciso eliminar. Lo ideal sería que todo el ábside permaneciera diáfano, sin el muro que rodea el Fosal de San Pedro, pero nos parece una cosa algo difícil de conseguir de momento.
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ÁBSIDE DE SAN PEDRO
Por Santiago Sebastián
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Muy interesante es el ábside de este templo gótico.mudéjar, de siete lados. Su decoración consiste en un friso de arcos mixtilíneos, que descansan en pilares de ladrillos y forman recuadros; fajas de esquinillas, encima y debajo de la arquería, con el ingrediente de la brillantez cromática de las incrustaciones de cerámica, completan la cabecera del templo de los Amantes. Se ha aumentado la resistencia de los contrafuertes terminándolos en torreones octogonales, a manera de pináculos, que presentan en la parte superior cerámica estrellada y líneas en flecha. Como en otras iglesias gótico-mudéjares de Aragón, ha sido el ábside lugar privilegiado para que el artista vuelque su fantasía decorativa. La falta de colorido, que se advierte en la torre, se ha cubierto aquí cumplidamente.
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