COCINAR SOLAMENTE PARA DOS
(Cuento sefardí)
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Era un judío bueno, casado y sin hijos. Le adornaban todas las virtudes. Cumplía todas las leyes de La Mosá con gusto y deseo vehemente. Y, a este judío de conducta religiosa intachable, le llegó su última hora. Murió con la sonrisa en los labios y el alma en paz sabiendo que pronto iba a ver a Dios. A su Dios.
Y en efecto, pronto llego al cielo, la puerta era majestuosa, toda ella bañada en oro y frondosas plantas y flores bellísimas adornaban su entrada.
Entró y vio un jardín hermoso, magnificas avenidas y edificios de una arquitectura exquisita. Pensó, lo he conseguido, esto sin duda es el cielo. Lo cierto es que no vio a ningún otro ser humano. Sabía que las almas eran transparentes y quizá por eso no se veían.
Caminado por estas hermosas calles tuvo hambre e inmediatamente apareció un ángel con una bandeja portando un sándwich con apenas una rodaja de queso. Tuvo sed y fue pensarlo y aparecer otro ángel con un vaso de agua.
Se sentó el judío a descansar frente a un lago y vio que el lago era transparente que en el fondo del mismo se veían los infiernos. Prestó atención y quedó asombrado. Allá abajo, Satanás ofrecía a los condenados toda clase de alimentos. Las mesas estaban llenas de viandas y había de todo tipo de bebidas. Era una delicia ver aquello.
Reflexionó sobre lo visto y pensó en hablar con Dios. Apareció inmediatamente un ángel y le dijo, no hay problema. Dios te recibirá inmediatamente.
Se abrieron las puerta de la Gloria y allí estaba Dios en todo su esplendor. Le preguntó el judío por la razón de lo que había visto. Tanta abundancia en el infierno y tanta parquedad en el cielo.
Oído esto por el Creador le dijo: ...Vamos a ver... no querrás que me ponga a cocinar solamente para los dos que estamos aquí....
A lo que el judío replicó al Señor y Dios todopoderoso: … eso ya lo dice mi mujer.
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