EL CIELO SE GANA EN LA TIERRA
(Cuento sefardí)
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Vivía en una ciudad de Aragón un judío muy avaro y gruñón. Parco en palabras, apenas se relacionaba con sus vecinos y no se le conocían amigos. Este judío prestaba su dinero a alto interés y jamás se compadecía de nadie, nunca dio una limosna ni se interesó por los problemas de los demás.
Este hombre pecador, era vecino de otro judío que era carnicero y persona respetada en todo el barrio.
El carnicero daba todos los días limosna a los pobres y era comprensivo con los que no podían pagar su carne en el mercado.
El prestamista y el carnicero eras de naturaleza completamente diferente, aquel egoísta y oscuro, este, humano y franco.
Sucedió que ambos murieron por las mismas fechas y se encontraron en el paraíso. Pero no todos vivían allí en las mismas condiciones.
Un buen día el judío carnicero se encontró con el judío usurero y éste lo invitó a su casa. Resulta que vivía malamente en un choza sin agua potable, sin higiene y en un ambiente húmedo e insano. Cómo vives aquí, le preguntó el carnicero. Este es el lugar que el ángel me ha asignado, respondió.
Ese mismo día el carnicero llevó a su vecino a ver su morada en el paraíso. En nada se parecía a la del usurero. Era un hermoso palacio ricamente amueblado con toda las comodidades que se puedan imaginar.
Quiso el usurero saber la causa de esa discriminación y llamó al ángel que tenía asignado. ¿Por qué él vive en un palacio y yo en una choza? Preguntó...
Dijo el ángel. Aquí cada uno recibe el pago de lo que ha sembrado en la tierra. El que ha sido justo y solidario en la tierra, recibe su recompensa en el paraíso. Por el contrario, aquel cuya conducta no ha sido agradable a los ojos de Dios, no recoge ninguna recompensa.