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lunes, 29 de julio de 2019

Julio2019/Miscelánea. LOS VERANOS EN LA VILLA DE "LAGASCA": UN CUADRO DE LUZÁN EN MUEL

Virgen del Rosario con Santo Domingo de Guzman 
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Muchos son los encantos que tiene Muel pero, sin duda, venir a visitar el cuadro de Luzán en la iglesia parroquial de San Cristóbal, tiene valor en sí mismo. El cuadro está restaurado y catalogado. Se encuentra nada más entrar a la iglesia en el lado de la epístola.  

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Ficha con los datos del cuadro y su autor
 
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Iglesia parroquial de San Cristóbal de Muel, siglo XVIII
 
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Luzán Martínez, José 
Texto GEA 2000  
(Zaragoza, 1710 - id., 20-X-1785). Fue el pintor más destacado de la pintura aragonesa del siglo XVIII, excepción hecha de Goya y los Bayeu , de quienes fue maestro. Hijo del dorador y pintor Juan Luzán, nació en Zaragoza en 1710. Debió de iniciarse en el dibujo y la pintura en la Academia de Dibujo que había creado en la ciudad el escultor Juan Ramírez en 1714. A los dieciséis años entró al servicio, como criado de honor, de los Pignatelli, condes de Fuentes, quienes viendo sus buenas dotes para la pintura decidieron enviarlo en 1730 a Nápoles para que completara su formación artística con el pintor Mastroleo, condiscípulo de Solimena. Allí permaneció unos cinco años, copiando cuadros de los grandes maestros y adquiriendo un estilo y un cromatismo fresco, en la línea de Francesco Solimena. 
Hacia 1735 regresó a Zaragoza, donde su estilo innovador hizo que se convirtiera en el artista más solicitado de la ciudad. Su éxito artístico sobrepasó las fronteras aragonesas, y así, en 1741 fue nombrado por el rey Felipe V pintor supernumerario de la real casa, y para el juramento del cargo se trasladó a Madrid, donde pudo tratar a los pintores de la Corte y examinar sus obras y las de las colecciones reales. Regresado a Zaragoza, contrajo matrimonio en 1743 -no en 1740 como hasta ahora se venía afirmando-, con Teresa Zabalo, hija del también pintor Juan Zabalo. 
A partir de entonces su fama fue en aumento, por su estilo peculiar, de pincelada suave y rico y cálido colorido, plenamente napolitano. Fue nombrado revisor de pinturas por el Tribunal de la Inquisición de Zaragoza, pero su gran vocación fue sin duda la enseñanza del dibujo y de la pintura, de la que se favorecieron la gran mayoría de los artistas aragoneses del momento. Colaboró con José Ramírez, que se había hecho cargo de la Academia de Dibujo a la muerte de su padre Juan Ramírez, en 1739, y de una forma desinteresada, sólo preocupado por el adelantamiento artístico de sus discípulos. 
En 1754, gracias al apoyo de sus protectores, los Pignatelli, se traslada la Academia a unas salas del piso bajo del Palacio de éstos. Allí se iniciaron y formaron en el dibujo y en la técnica al óleo Francisco Bayeu, Ramón Bayeu, José Beratón , Antonio Martínez, Francisco de Goya, y muchos más alumnos, que siempre mostraron su agradecimiento y reconocieron a José Luzán como su primer maestro. 
El deseo de los principales artistas zaragozanos, desde 1746 fue la creación en Zaragoza de una Academia de Pintura y Escultura reconocida oficialmente, pero el intento se vio frustrado en sucesivas ocasiones (1746, 1753 y 1771). Los estudios artísticos se realizaron con intermitencia, hasta que en 1778 y en casa de los condes de Fuentes se volvió a abrir la Escuela, con enseñanza gratuita, siendo elegidos para directores de pintura José Luzán, Juan Andrés Merclein y Manuel Eraso, pero al año siguiente tuvo que cerrarse por falta de dotación. La Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País volvería a abrirla en 1784, pero José Luzán ya no alcanzaría a enseñar en ella, que se transformaría en 1792 en Real Academia de Bellas Artes de San Luis , pues fallecía en casa de los Pignatelli en 1785. No llegaría a conocer, pues, ese feliz desenlace para la enseñanza de las artes en Zaragoza, por la que había luchado toda su vida. 
Su producción artística fue abundante e importante, extendiéndose por todo Aragón, e incluso fuera de sus fronteras. Sus cuadros se caracterizan en una primera etapa por una pincelada suelta y abocetada, que denota sugestiones de Solimena, fruto de su aprendizaje napolitano. Así se puede comprobar en los magníficos medios puntos del Museo Diocesano de Huesca, procedentes de la catedral que representan la «Venida de la Virgen de Pilar» y «El Milagro de Calanda». A partir de la década de 1750 su pincelada se hace todavía más blanda y se aclara y dulcifica todavía más, con gran utilización de amarillo nápoles, ocres y rojos, denotándose cierto influjo del cromatismo rococó traído por Corrado Giaquinto. Esta evolución la podemos comprobar en lienzos de gran formato como los que cubren los muros laterales de la capilla de Nuestra Señora de Zaragoza la Vieja, en la iglesia de San Miguel de los Navarros de Zaragoza, realizados, junto con las pechinas, en 1750; el gran lienzo del trasaltar mayor de la iglesia zaragozana de San Felipe, de h. 1752, que representa «La Degollación del Bautista»; las magníficas puertas del armario de las reliquias en la sacristía mayor de La Seo, documentadas para 1757; o una Inmaculada, de esa misma época, que se encuentra en la iglesia de San Juan de Calatayud. 
En la década de 1760-70 se consolida todavía más su peculiar estilo, tan dulce y agradable, en obras de gran formato como los cuadros de la capilla de San Jerónimo de la catedral de Huesca, de h. 1763, el cuadro de la «Virgen con San José de Calasanz», del retablo dedicado al santo en la iglesia de las Escuelas Pías de Zaragoza, obra atribuida erróneamente a Francisco o Ramón Bayeu por Camón y Abbad, entre otros, y que sin lugar a dudas, pensamos, es de José Luzán, de h. 1767; o el gran cuadro del altar mayor de la iglesia del actual Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza, que representa a la Virgen como «Salud de los Enfermos», obra que habría que llevar en torno a 1770. 
De su etapa final habría que destacar las pinturas realizadas h. 1780 para la renovada iglesia de Santa Cruz de Zaragoza, en concreto el gran lienzo que representa a «San Gregorio Magno rechazando la tiara pontificia», y el gran luneto, al fresco, del testero del ábside, que muestra la «Invención de la Santa Cruz por Santa Elena»; también una Inmaculada localizada por Torralba, en la ermita de Nuestra Señora de la Oliva de Ejea de los Caballeros (Z.), firmada y fechada en 1781. Estas obras son suficientes para poner de manifiesto la indudable calidad artística de Luzán, figura destacada de la pintura dieciochesca aragonesa, a más de excelente profesor de los hermanos Bayeu, de Beratón, y de Goya. 
Bibliog.:  Ceán Bermúdez, Juan Agustín: Diccionario de los más Ilustres Profesores de las Bellas Artes en España; Real Academia de San Fernando, Madrid, 1800; vol. 3, pp. 556.  Hernández y Pérez de Larrea, Juan Antonio: Don Joséf Luzán, Pintor, recogido en Carderera, V. y Martínez, J.: Discursos Practicables del nobilísimo arte de la Pintura; Real Academia de San Fernando, Madrid, 1866, pp. 208-211.  Arco, Ricardo del: «El Círculo de Pintores Aragoneses en torno a Goya»; Revista de Ideas Estéticas, n.° 15-16, Madrid, 1946, pp. 379-415.  Id.: «El maestro de Goya, gran pintor olvidado y despreciado»; Heraldo de Aragón, Zaragoza, 14-VII-1946.  Ansón Navarro, Arturo: «La Pintura Aragonesa del siglo XVIII anterior a Goya»; Atlas de Arte Aragonés, Institución «Fernando el Católico» (CSIC). 
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