Si veintidos academias de la lengua española en todo el mundo son capaces de coordinarse y obtener resultados, por qué nosotros, "cuatro gatos", no lo somos.
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LA FABLA III
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Lo que se ha trabajado hasta la fecha, por nuestra lengua, puede parecer bien, mal o regular. Sin embargo, hay un paso singular que dar y que posiblemente sea el más costoso de todos. Pues no se trata de trabajo de gabinete, ni de investigar entre libros o de recoger material de campo, se trata de convertir el aragonés en la principal lengua vehicular de los aragoneses. Que en las Cortes de Aragón y en la DGA se hable y escriba con normalidad en aragonés. Que las comunicaciones dentro de la administración, de la administración con el ciudadano y del ciudadano con la administración sean en aragonés. Conseguir esto sin forzar la máquina, como han hecho los catalanes puede ser una tarea inacabable. A pesar de ello, cada paso que se dé será bueno y asentará nuestra lengua. ¿Por qué los debates sobre la Ley de Lenguas no se hacen en aragonés? Sería, al menos, por parte de los partidos que dicen defender nuestra cultura un acto de honestidad. Sin embargo, a nivel de calle da la impresión que, ahora, con Ley de lenguas, estamos peor que antes. Se nota menos presencia en la calle y apenas hay una carta en aragonés en los medios de comunicación. Da la sensación de que agotado el periodo de lucha de una generación, no ha habido repuesto. Bien, hemos superado etapas y hemos aprendido de los errores, pero es necesario reanudar la marcha con nuevos ímpetus y renovados esfuerzos. No en vano la tarea es ingente.
De la lengua aragonesa han hablado ilustres filólogos como Manuel Alvar y se han ocupado de su léxico famosos humanistas como Gerhard Rohlfs. Modernamente tenemos buenos estudiosos de la Fabla y cabe citar algunos de ellos como Francisco Javier Nagore Laín, Eduardo Vicente de Vera, Rafael Vidaller Tricas, Chusé Aragües, Antonio Martínez, Fernando Abella Mairal, José María Mañas Pascual, Chusé Inazio Navarro García, Francho Rodes Orquín, Juan José Segura Magallón o Chesús Vázquez Obrador. No queremos olvidar, la preocupación por la lengua aragonesa que siempre ha tenido, Bizén d´o Río Martínez o Chusé Raúl Usón…
Pero buena parte de nuestra chobenalla se dedicó, durante un tiempo, a la elaboración y difusión de pegatinas, produciendo un número infinito de ellas y que llegaron a colmar las farolas del Coso zaragozano. Tiempo es ya de cambiar de rollo y darle al aragonés más dignidad. De nada vale su reconocimiento oficial si no se habla y no se escribe.
Si algo hemos aprendido en este tiempo es que una cosa tan importante como una lengua, por muy minoritaria que sea, no puede funcionar a base de voluntarismo y de asociacionismo. Basta ya de jugar con nosotros. Es necesario que cada palo aguante su vela y que cada persona, con sus capacidades y especializaciones, trabaje desde un puesto singular con una responsabilidad específica. Las asociaciones tienen (tenemos) un papel de animadores socio-culturales, las cátedras de la universidad el de investigar y normalizar la lengua y los políticos la de coordinar los esfuerzos. No al revés, porque entonces haremos un churro y será, luego, muy costoso deshacer el entuerto.
Hay que mantener un perfil de no imposición y de valoración cultural en la fabla que a la larga será agradecido por todos.
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La lengua ha sido considerada como el más importante elemento etno-cultural a la hora de definir el llamado "nacionalismo periférico" del Estado Español.
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Se imitan los modelos catalán y vasco al usar la lengua como instrumento político.
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La Colla de Fablans ha sido la más humilde de las asociaciones por el aragonés. Desde la periferia hemos visto la pérdida de energías en debates estériles, olvidando lo esencial.
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