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Por Pedro Pruneda
Debe Albarracín el título de ciudad a Juan II de Aragón, que se lo concedió el año 1300; y como su vecina Teruel, disfrutó mucho tiempo del fuero de Sepúlveda, base de su régimen interior. Fue también cabeza de la comunidad de su nombre, abarcando bajo este concepto un término jurisdiccional muy extenso, puesto que comprendía los siguientes pueblos: Bezas, Bronchales, Calomarde, Frías, Guadalaviar, Griegos, Jabaloyas, Masegoso, Monterde, Moscardón, Noguera, Orihuela, Pozondón, Ródenas, Royuela, Saldón, Terrriente, Torres, Toril, Valdecuenca, Vallecillo y Villar del Cobo. La preponderancia gubernativa de Albarracín se conservó hasta 1689, en cuyo año se concedió a los expresados pueblos el privilegio de constituir por separado su gobierno civil y municipal. Otórgase escrituras de concordia entre la ciudad y comunidad de aldeas en 19 de marzo de 1691, conviniéndose por ella que los pueblos conservarían como términos propios ciertos terrenos que anteriormente venían disfrutando, y que el resto quedase en participación común con el nombre de Sierras Universales. Se estipuló así mismo que sobre las Sierras Universales tuviesen jurisdicción preventiva el consejo de la ciudad y los de los pueblos; que los pastos fuesen comunes de aquella y de estos, y que los productos de los montes se dividiesen por mitad entre la ciudad y el cuerpo de comunidad. En tal concepto, el término de la ciudad es muy extenso, puesto que se extiende unas diez leguas de Norte a Sur y otras diez de Oriente a Poniente.
Entre los hijos notables que ha producido Albarracín figuran los siguientes: Micer Juan del Pastor, que escribió la obra titulada Suma de los Fueros de las ciudades de Santa María de Albarracín y de Teruel, de las Comunidades de aldeas de dichas ciudades y de la villa de Mosqueruela, y de otras villas convecinas, impresa en Valencia el año 1521. Juan Rodríguez, que enseñó humanidades en Zaragoza a principios del siglo XVII, y escribió un arte poética titulada: Epítome de la Prosodia en gracia de la juventud, año 1619. Fray Andrés Ferrer de Valdecebro, descendiente de una rama de San Vicente Ferrer, nació en 1620, fue misionero apostólico en América, explicó teología en La Puebla de los Ángeles y sobresalió en la oratoria sagrada. Escribió muchas obras ascéticas, teológicas, históricas y de elocuencia sagrada, entre las cuales citaremos la Vida de San Vicente Ferrer, La Historia de la ciudad de Daroca, y la titulada Gobierno general, moral y político de las fieras y animales silvestres, sacado de sus naturales virtudes y propiedades, de la cual se hicieron cuatro ediciones en Madrid y una en Barcelona. Fray Tomas de Antillón Martínez Rubio nació en 1583, siguió la carrera del monacato, profesando en la orden de San Agustín. Escribió Tres libros de Sermones que predicó. Murió en Caspe el año 1624. D. Pedro Valero Díaz nació a mediados del siglo XVII, desempeñó cargos en los reinos de Nápoles y Aragón; en 1687 fue nombrado Justicia Mayor del último. Los escritores contemporáneos refieren que llegó a establecer una numerosa y selecta biblioteca, y un riquísimo monetario compuesto de once mil medallas y monedas antiguas que después de su muerte pasaron a la Biblioteca Real de Madrid. Murió en Zaragoza el 28 de septiembre de 1700. Escribió varias obras de jurisprudencia y de antigüedades. Francisco de Herrera y Pruesta nació en 1474, estudió en la Universidad de Salamanca, donde desempeñó una cátedra de cánones. Distinguiole mucho el cardenal Cisneros, y por su orden paso a Roma para tratar de la Universidad de Alcalá de Henares. Siguió con brillantez la carrera eclesiástica, llegando a ser obispo de Ciudad-Rodrigo, y después arzobispo de Granada, donde murió en 1528. Tomás Ferrer de Esparza fue médico titular en su patria, y acaso el primero que estudió las propiedades curativas de los baños de Teruel. Escribió en 1634 un libro titulado Tratado de la facultad medicamentosa que se halla en el agua de los baños de la ciudad de Teruel.
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