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sábado, 19 de marzo de 2016

Marzo2016/Miscelánea. HACIA LA NECESARIA Y JUSTA IGUALDAD ENTRE EL HOMBRE Y LA MUJER

EL PADRE
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Ha pasado otro año más el Día del Padre, sin pena ni gloria. El Padre, en los últimos tiempos, ha perdido en el seno de la familia prestigio, autoridad e instrumentos jurídicos (el principio de igualdad legal se ha sustituido por la discriminación positiva) para dirigir y conciliar la vida familiar. Los ha perdido de una manera tan seria e importante que ello ha afectado a su tradicional concepción del mundo. En poco tiempo ha pasado de una posición patriarcal, a residir casi, en el ostracismo. Este cambio tan radical. Esta pérdida tan rotunda de “poder” ha hecho mella en su autoestima. Digamos que el concepto “Padre” está necesitado de estudio y de reorientación. Hasta el año 1979 (con la Constitución se consagra la igualdad ante la Ley para ambos sexos) el Padre firmaba en los documentos mercantiles “dos veces” cuando  en ellos intervenía la “Madre”  pues, ésta, carecía de capacidad jurídica. Esto era así y era necesario revisarlo. Sin embargo, lo estamos viendo diariamente, en caso de divorcio (ruptura de contrato por una de las partes) el Padre queda en el más absoluto de los desamparos. Sin casa, sin hijos y, casi, sin sueldo. No creo que en persona alguna anide la maldad por naturaleza…per se… Porque, ¿cómo justificar al padre que mata a la madre, al hijo y luego se suicida? Eso es un acto de absoluto desespero. Un punto final rotundo. Un clamor desesperado que nadie oye. Una catarsis total. El Padre, antaño dueño de sí mismo y revestido de la autoridad del Patriarca, ve como ahora ante la más mínima denuncia es detenido sin pedir ningún tipo de explicación y, a eso, se le llama: DISCRIMINACIÓN POSITIVA (desaparece la presunción de inocencia).
Por el contrario, el papel de la Madre se ha reforzado, se establecen ayudas mutuas, se asocian para su defensa, intervienen en la política, consiguen sustanciales posiciones de dominio en la familia y dictan el grado y código de moralidad al que debe atenerse esta sociedad. De aquí nace, por un aparte, la dejadez y despego del Padre y, por la otra, las ansias protectoras y autoprotectoras de la Madre.  Aparecen, entonces, leyes que llaman la atención. Una menor puede abortar sin consentimiento de los padres (aquí es la Madre la que marca la pauta, pues el Padre suele desentenderse de estos asuntos) y, un menor puede matar (a un Guardia Civil, por ejemplo) sin que a nadie le alcance ninguna responsabilidad (ni al menor ni a sus padres).
Urge, pues, recuperar un equilibrio en el que el Padre vuelva a tener algún protagonismo en la educación de los hijos. Volver a compartir tareas y responsabilidades. Instaurar  la tutela compartida y marcar límite a los excesos porque, libertad, no es lo mismo que libertinaje.
Hay que revisar conceptos pues, lo contrario al machismo no es el feminismo, sino el “hembrismo”. Un concepto que no gusta porque en buena medida recoge lo que es una acción disparatada. Uno de los slogans más difundidos del hembrismo es aquel que apostilla: “Nosotras parimos, nosotras decidimos”. El Padre, aquí, es un convidado de piedra. Nadie en su sano juicio puede entender que un hijo (un feto) este a la “voluntad caprichosa” de quien, la naturaleza, le dio la potestad para llevarlo en su útero. Un hijo debe ser una vida compartida entre dos y las decisiones, deben ser paritarias. Con este ejemplo se verá la desmoralización que arrastran MUCHOS  Padres hoy día. Su papel en la familia, apenas es de comparsa, en numerosos casos. Bien es verdad que hay mujeres que saben interpretar la ley natural y la de los hombres con exquisita lucidez. De esas, el Padre, se siente orgulloso.
Muchas veces hemos comentado como la mujer ha sido marginada en prácticamente todas las religiones y culturas a través de los tiempos y lo sigue estando aún, hoy día, en muchos casos. Pero, buscar el equilibrio no estriba en desequilibrar la balanza en el otro sentido. Analicemos la Ley Sobre la Violencia de Género y veamos si da buenos resultados o si, por el contrario, nos tiene metidos en un túnel sin posibilidad de ver la luz. Si la Ley no reduce, año tras año, la tasa de niños, mujeres y hombres muertos por la Violencia de Género, es de sentido común modificarla para buscar otra legislación más eficaz. Empecinarse no es buen método, sobre todo, si está por medio la vida de un ser humano. La Leyes deben estar al servicio del individuo, no el individuo al servicio de las Leyes.
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