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martes, 4 de marzo de 2025

Marzo2025/Miscelánea. EL FINAL DE JOAQUÍN QUILEZ EN LA BATALLA DE VILLAR DE LOS NAVARROS

Torre mudéjar de Villar de los Navarros
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Joaquín Quílez

(Samper de Calanda, T., 1799 – Muniesa, 1837). Oficial de caballería del ejército carlista en la guerra de los siete años (1833-1840). Era oficial de la Guardia Real de Caballería, y fue separado del ejército a principios de 1833 por sus ideas legitimistas. Mandó la Caballería de Aragón en el ejército del general Ramón Cabrera. Quílez fue uno de los primeros jefes militares que se alzaron en Aragón al grito de «¡Viva Carlos V!», destacando en las batallas en que participó por su fina inteligencia de estratega y suicida intrepidez en las cargas de caballería. Fallecería a causa de las heridas recibidas en la batalla de Herrera o Villar de los Navarros. (GA)

LA MUERTE DE QUILEZ

Aquel caluroso 24 de agosto de 1837 cayó en jueves. El día anterior, las localidades zaragozanas de Herrera y Villar de los Navarros habían acogido a dos ilustres huéspedes que, provenientes de Muniesa, iban acompañados por un imponente ejército integrado por siete mil soldados carlistas. Se trataba del pretendiente a la Corona de España, Carlos V, y de su sobrino, el Infante Sebastián Gabriel, que comandaba las tropas.

Era una etapa más de la larga marcha que desde hacía poco más de tres meses el pretendiente carlista había emprendido desde su cuartel real, en la localidad navarra de Estella. Su objetivo final era llegar con su ejército a Madrid, y ocupar el trono que, de acuerdo a las leyes sucesorias de la Corona entonces imperantes en España, creía que le correspondía, en vez de a su sobrina -la reina Isabel II, entonces de tan solo siete años de edad-, que había sido proclamada en septiembre de 1833, a la muerte de

Conocedor el Gobierno (el general Baldomero Espartero se había hecho cargo de él apenas una semana antes, el día 18 de agosto) de las intenciones del Pretendiente, y con el objeto de hacer imposible su propósito, había creado una fuerza específica: el Ejército del Centro, bajo las órdenes del propio general Espartero y las del general Marcelino Oráa, comandante de las fuerzas de Aragón, Valencia y Murcia.

El 23 de agosto de 1837 el avezado «Lobo Cano» (que con este apodo designaban los soldados carlistas al isabelino Oráa), sabedor de la comprometida posición de los expedicionarios realistas en Villar y Herrera de los Navarros, se situó con su división en Daroca, ordenando a su mariscal de campo, Clemente Buerens, se situase con la suya en Belchite, encerrando así en una tenaza al ejército carlista.

Sin embargo, sorpresivamente, y sin esperar la ayuda de su superior Oráa, el brigadier Buerens, al mando de seis mil soldados, ordenó avanzar a sus tropas hasta Herrera de los Navarros. Así, en las primeras horas del día 24 de agosto de 1837, los carlistas, al verlos llegar, retrocedieron hacia la cercana población de Villar de los Navarros, fingiendo que se batían en retirada. Buerens cayó en la trampa y mandó cargar contra ellos a su caballería, pero al llegar a un barranco, ya en el término del Villar, fue recibida desde las alturas con un nutrido fuego de fusilería.

Desconcertado el general isabelino por aquella emboscada, cometería aún un segundo y definitivo error, al mandar a sus fuerzas intentar avanzar a través de un angosto paso al final del cual, tranquilamente, les aguardaba el grueso del ejército carlista, cuyos escuadrones de caballería comandaba el turolense Joaquín Quílez, junto al navarro coronel Lucus (conocido con el apodo de Manolín, debido a su baja estatura). Ambos contribuyeron de manera decisiva a la victoria final que los carlistas obtuvieron en la acción de Herrera, y ambos también, encontraron la muerte en ella. El triunfo obtenido en Villar de los Navarros fue de tal magnitud, que a juicio de algunos historiadores pudo haber sido decisivo para el destino de la monarquía en España, en favor de la dinastía carlista. (El Periódico)

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