EL PAPEL DE PABLO GARCÍA GÓRRIZ EN LA
RESTAURACIÓN DEL MONASTERIO DE OSEIRA Y LA CONFECCIÓN DEL APRIMERA GUÍA DEL
LLAMADO “ESCORIAL GALLEGO”.
Al poco tiempo de profesar, en 1918
le nombraron secretario de la comunidad, cargo que desempeñó hasta 1929 en que,
habiendo pasado por San Isidro un grupo de monjes franceses para tomar posesión
del monasterio de Oseira, el hermano Pablo se incorporó a ellos, siendo uno de
los pioneros de la restauración, habiendo pasado en Oseira los diez primeros
años, trabajando lo indecible en el monasterio y soportando toda suerte de
penalidades.
La llegada al monasterio causó honda
impresión en los fundadores, por el estado lamentable en que se hallaba el
edificio, con casi toda la techumbre hundida, a excepción del templo y algunas
otras dependencias.
Se necesitaba una fuerza de voluntad
firme y un espíritu de sacrificio a toda prueba. Además, la parte económica era
totalmente deficiente porque los principales fundadores venidos de Francia
llegaron —casi como cuando los apóstoles salieron a predicar la buena nueva—
con los breviarios de rezo y algún que otro utensilio indispensable. Fray
Pablo, primer cronista del monasterio, en su preciosa obra de aquellos tiempos,
describe con mano maestra la situación de la casa y las primeras impresiones
recibidas por todos, que no pudieron ser más deprimentes. Habla de la situación
catastrófica en que se hallaba el edificio, carente de tejado, en ruinas por
todas partes y las galerías superiores hechas un verdadero bosque lleno de
maleza y arbustos de todas clases que habían nacido entre las piedras. Las
gentes de las aldeas se volcaron el primer día con sus dádivas generosas, pues
carecían de todo lo más indispensable, pero mucho no podían aportar, por
tratarse de gente humilde que vivía al día cultivando sus exiguos terrenos. Y
como en aquellos tiempos no había turismo, carecían de fuentes de donde poder
extraer medios económicos para poder subsistir. No tuvieron más remedio que
arreglárselas con el ingenio, tardando poco en montar una pequeña vaquería que
les daba para elaborar queso y más tarde fabricarían champán y, por fin,
chocolate. Como los monjes extranjeros poseían una cultura superior,
canalizaron el río que pasa por medio de la finca, construyeron un pequeño
embalse, montaron unas turbinas que producían fuerza eléctrica con la cual
podían alumbrarse, incluso facilitar corriente a los habitantes de la aldea
para que disfrutaran también del mismo beneficio, cuando no conocían la
electricidad en muchos kilómetros a la redonda. En una palabra, cumplían a
maravilla aquellos hombres el tan manoseado axioma benedictino, “ora et
labora”.
Fray Pablo prestó otros servicios a
la comunidad, como el ser representante de la misma para la recepción de
huéspedes distinguidos, ya que los demás monjes eran extranjeros o carecían de
la cultura que poseía el hermano aragonés. Fruto de esta cultura fue la
elaboración de la primera guía del monasterio, impresa en 1932, antes de dos
años de la llegada de los monjes. La primera edición se agotó pronto y fue
necesario reimprimirla hasta cinco veces, lo que indica el interés con que fue
aceptada. Fue una obra que mereció gran estima del público, ya que eran raras
las guías de monumentos —sobre todo abandonados como estaba Oseira— en aquellos
tiempos. Todavía hoy es buscada con ansiedad por los bibliófilos, porque en
ella se contienen multitud de datos muy estimables sobre la historia de la
Orden.
Texto de Damián Yáñez Neira
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