Existe una tradición o costumbre en el área de la religión católica de dar limosna a los pobres. Básicamente consistía en darles un pedazo de pan. Lo practicaban las personas pudientes y piadosas pero, sobre todo, algunos frailes que han tomado fama de santos como san Antonio de Padua. En ocasiones importantes, como las fiestas del lugar, o las solemnes celebraciones religiosas, la Iglesia y el Concejo/Ayuntamiento solían dar una limosna especial equivalente a una comida de antaño a cada uno de los pobres del lugar. Este comida, que transcendía a la “migaja” de pan, solía consistir en un pan o torta de aceite y uno o dos huevos. De esta forma aparece la rosca o mona, según los lugares. En Teruel lo tenemos acreditado al menos desde el año 1902 y constituía una tradición. Otra costumbre muy acreditada en Teruel es el "regañao" que procede de la costumbre que tenían los agricultores y ganaderos de comer la magra, la conserva (troncho, lomo y costilla) cortándolo a pedazos pequeños sobre el pan. Garzarán dio en el clavo.
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EL PAN DE LOS POBRES
Existe una leyenda relacionada con el pan conocida como El peso del niño. Según esta, en el siglo XIII, en Padua, pocos años después de muerto san Antonio, un niño se cayó a un pozo. Cuando lo pudo rescatar su madre, el niño era ya cadáver. Rogó ésta a san Antonio que devolviera la vida a su hijo prometiendo para los pobres tanto peso de trigo como pesaba el niño. El milagro se obró, el niño recuperó la vida y su madre cumplió con su promesa
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El roscón de San Agustín
Por Mercedes Gascón
El llamado Roscón de San Agustín debe su nombre a que en Alcaine se hacía en la Festividad Patronal (28 de agosto, San Agustín) y era utilizado para la procesión que, finalizada la Misa en la Iglesia de Santa María La Mayor, recorría las principales calles del pueblo. Para esa ocasión las mujeres de Alcaine masaban en el Horno de Pan Cocer (sito en la calle del Horno) los roscones, de los que 5 se empleaban durante la procesión: cuatro se colgaban en cada uno de los costados de la peana del Santo y el quinto en el pendón. Al finalizar la celebración religiosa los roscones - encargados por el Ayuntamiento- se repartían entre los portadores de la peana con el Santo. Además las mujeres hacían roscones para tener en casa los días de las Fiestas y para obsequiar a los visitantes. (De la revista La Pica de Alcaine)
