Fruto del nacimiento de una burguesía local encabezada por el marques de Larios, que a la sazón era alcalde de Málaga, y del desarrollo económico propiciado por un pujante puerto comercial y la venta del vino dulce; el consistorio encarga, al arquitecto malagueño Eduardo Stracha, el diseño de esta calle que constituye en el momento actual el orgullo de la ciudad y un escaparate de lujo.
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Anécdota: cuando Mariano Lagasca vuelve del exilio tras la muerte de Fernando VII, parte de su equipaje se pierde. Él, ya no lo recuperará, pero muchos años más tarde, aparece olvidado en unas dependencias del puerto de Málaga.
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