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El dios Lug vivía en el Alto Turia, cuando el Alto Turia, todavía no tenía nombre. Y vio que el cauce de este río iría a encontrarse indefectiblemente con el de la diosa Deva. No quería Lug el encuentro y trató de evitarlo. Para ello arrancó una enorme sabina que crecía milenaria en los paramos circundantes y golpeó un potente saliente o muela que se adentra en el valle del río entre dos ramblas. El golpe abrió la tierra en dos y aparecieron las entrañas rojas de ésta. Lug creyó ver en el permanente reflejo de la tierra roja la caldera de Dagda. Tampoco creyó prudente que los hombres fueran inmortales y dejó al Turia seguir su rumbo. Quedó la tierra quebrada y a esta herida se la llamó Rajo.