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viernes, 17 de agosto de 2012

Agosto2012/Miscelánea. PIE DE FOTO

PIE DE FOTO
Albarracín siempre sorprende y te sorprende, amigo lector. Parece, como si los colores y los olores tuvieran otra dimensión, como si la luz llegase filtrando filigranas a través de arabescas celosías hasta las flores, hasta las calles que han perdido la verticalidad soportando el invierno frío y hasta los patios semioscuros de la calle El Chorro. Y es así, Albarracín no engaña, quizás tu ojo o tu oído pueda engañarte, pero la ciudad se muestra siempre tal como es: abierta, pura y maternal como Santa María. La ciudad es como este cesto cuajado de flores, primero está la pervivencia, que representa la  simpreviva, después la fantasía tropical con su colores fuertes y sugerentes, inclinando el alma a paraísos lejanos. Inclinada al beso robado, al agua contra la piedra y al hierro contra la fragua. La ventana, aquí, es proyección del alma hacia el cielo y las "siemprevivas" una alegoría incierta. Quizás esta composición floral fue hecha por casualidad. O quizá no. Quizá lleve en cada pétalo, en cada hoja carnosa, el misterio de los siglos de vida de una ciudad inmortal que huye de la mediocridad, por esa ventana abierta al infinito. A las ventanas se les pinta u cerco de azulete para indicar al alma el camino del cielo cuando llega la hora de la muerte. Agustín Alegre a pintado infinidad de veces sus esquinas y sus luces, sus cielos y sus palacios, sus murallas y sus casitas casi derruidas.