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miércoles, 13 de junio de 2012

Junio2012/Miscelánea. LA RENUNCIA AL PAPADO DE CLEMENTE VIII

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LA RENUNCIA DEL PAPA CLEMENTE VIII
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(El Cisma de Occidente no se cierra definitivamente hasta la abdicación del papa o antipapa Clemente VIII, natural de Teruel, y con sede papal en Peñíscola. El Cisma produjo un debilitamiento de la institución eclesial del que ya no se recuperaría jamás. Esta circunstancia la aprovecharon bien los reyes para aumentar su poder o al menos su influencia en la Santa Sede. Alfonso V, uno de los reyes más poderosos del mediterráneo, obtuvo como "premio" Nápoles.)
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El día 26 de julio de 1429 se produce en Peñíscola la abdicación del papa Clemente VIII que nació con el nombre de Gil Sánchez Muñoz y Carbón, por sobrenombre Doncel. Con tan solemne acto se ponía fin al Cisma de la Iglesia Católica y se abría una nueva etapa de vida, para la Iglesia, más diáfana y tranquila. Martín V quedaba como único papa de la Iglesia después de tormentosos años en los que Benedicto XIII, el Papa Luna, persistiera en afirmar rotundamente que él era el papa legítimo. El acto produjo los siguientes beneficios: 1º.- La unidad de la Iglesia. 2º.- Alfonso V, el Magnánimo, consigue del papa Martín V ser proclamado rey de Nápoles. 3º.- Don Gil Sánchez Muñoz es nombrado obispo de Mallorca y 4º.- Don Alfonso de Borja es nombrado cardenal y marcha a Roma, con posterioridad, será nombrado papa con le nombre de Calisto III.
Don Gil Sánchez Muñoz había nacido en Teruel el año 1370. Era hijo, por un lado, de don Pedro II Sánchez Muñoz y Liñán, IV Barón y Señor de Escriche. Por el otro, de doña Catalina Sánchez de Carbón de la familia de los “Muñoces”.
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ALFONSO V EL MAGNÁNIMO
A la muerte de Fernando I de Antequera, electo en el Compromiso de Caspe, le sucede su hijo Alfonso V el Magnánimo. Este rey del “cuatrochento” tiene dos capítulos relacionados con personajes turolenses.  En 1427 convoca cortes del reino en Teruel. De la estancia del rey en la ciudad se tiene memoria del suceso con el Juez Villanueva, ahora reivindicado por los turolenses dado su nombre a una calle. Al parecer el Juez de Teruel se dirigió al rey para señalarle las libertades históricas que gozaba Teruel y su Comunidad de Aldeas. Irritado el rey, por el desplante del turolense, mando ahogarlo (parece que lo ahogo el propio rey)  y arrojar su cuerpo a la plaza pública. El segundo episodio tiene lugar con don Gil Sánchez Muñoz y la utilización que de su persona hizo el rey para alcanzar su obsesión: ser coronado por el papa Martín V rey de Nápoles. La conquista y entrada en Nápoles del rey aragonés ha pasado a la historia narrada de la siguiente forma: “coronado de laurel, con el cetro en la mano derecha y el globo áureo en la izquierda, con carro tirado por cuatro caballos blancos, mostrando a sus pies encadenado el Mundo. Le precedían en otros carros alegóricos la Fortuna y las Virtudes, entre las cuales descollaba la Justicia. Un arco inmenso, para el cual se habían derribado cuarenta brazas de muralla, dio ingreso en la ciudad a aquella comitiva, cuyo espectáculo fue admirado e imitado en múltiples celebraciones europeas de su tiempo”.
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 SEGÚN MANUEL GARCÍA MIRALLES:
“En el mes de mayo de 1429 consintió el rey en mandar a Clemente dos embajadores, a don Alfonso de Borja y a don Francisco Ariño; pero como no faltaron a Alfonso sus caprichos, que estuvieron a pique de hacer fracasar la legacía, Gil no creyó que era oportunidad de abdicar sin tener órdenes del monarca. Tiempo le faltó a éste en dárselas, al serle ofrecida por Martín  la codiciada investidura de rey de Nápoles; al efecto, volvió a mandar de emisario al que sería Calixto III, esta vez acompañado de Poncio Pons. “Se mandaron  cartas a Peñíscola para que los encargados de aquella grave comisión la acelerasen cuanto pudiesen; pero pasados sólo dos días vino la plausible noticia de que aquel negocio estaba felizmente concluido por la diligencia de Borja y Pons, y se hizo relación de que Gil Sánchez Muñoz, llamado en su obediencia Clemente VIII, había ya hecho libre y voluntaria dejación de su dignidad y honores pontificios el día 26 del mismo mes de julio de aquel año.”
ACTO DE RENUNCIA:
“Clemente VIII aparece sentado en el solio, revestido de pontifical y tiara, en la abovedada estancia enorme de Peñíscola; teniendo público consistorio de toda su corte pontificia en número de veintidós personas. Toma la palabra para absolver de cualquier censura lanzada por su antecesor Benedicto contra Otón Colonna, Martín V, habilitándole para recibir dignidades. Protestoles luego que el haber aceptado el papado, que le dieron los cardenales de Benedicto su predecesor, había sido únicamente por tener el honor de ser él quien pusiese término a Cisma tan porfiado, y restituyese la unión y paz a la Iglesia por medio de su renuncia, y que este mismo intento perseveraba en su ánimo desde los primeros instantes de su elección. Que mucho antes de esto hubiera dado su renuncia, si no se lo hubiesen impedido, y hubiera tenido la libertad necesaria para ello, como entonces la tenía, pues no dudaba era éste el camino más breve y seguro de conseguir la unión de la Iglesia.
Y después de añadir “que se hallaba en plena libertad, no coartado, obligado ni violentado de nadie, ni menos inducido por ruegos, dádivas ni promesas, sino que voluntariamente por el honor de Dios y unión de su Iglesia (que ya conseguida por aquella su renuncia) con el auxilio divino, se había resuelto a darla públicamente y con la mayor solemnidad, de hecho, por voz y por escrito, haciendo dejación pura y perfecta deshonor, oficio y dignidad pontificia; bajó del sitial, entróse en una habitación lindante, quitóse todo el esplendor pontificio y mostrándose a su atónica corte en hábitos doctorales, que usaba en su canonjía levantina, “tomo asiento el último de todos con una humildad admirable”.
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Fotografía de José Martínez Sánchez.1867
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