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EL CAMINO DE LOS PILONES
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Chusé María Cebrián Muñoz
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El sábado 23 de junio de 2012, vísperas de San Juan y día grande del Pobo y la Poborina, recorrimos a pie un buen trecho de la Ruta de la Lana o Camino de los Pilones. Días antes, para comprender mejor el papel de la ganadería en estas tierras del Sur de Aragón, visitamos el valle del río Sollavientos y la singular ermita de Santa Isabel en la cabecera del valle. De la misma manera hicimos con el nacimiento del río Alfambra, el barrio Motorrito y la ermita de Santa Quiteria. No quisimos descuidar las poblaciones del alto valle del río Alfambra: Gúdar, Allepuz, Jorcas, Aguilar, Ababuj, El Pobo, Galve y sus masías (muchas y muy importantes). También visitamos, Villarroya de los Pinares y particularmente la margen izquierda del río Guadalope. Volvimos nuestros pasos sobre Cedrillas, donde desde antiguo se ha celebrado una importantísima feria de ganado. De todo ello daremos cuenta pormenorizada más adelante.
Cuentan las viejas crónicas medievales que la lana de la Sierra de Albarracín era tan apreciada en Francia que de un año para otro dejaban apalabrado el trato. Cada año, un ejército de personas y animales se ponían en danza en estas sierras turolenses en torno al negocio de la lana. Desde Gudar a Javalambre, desde el Alto Tajo a San Ginés, desde Molina de Aragón al Jiloca subiendo por el río Pancrudo hasta San Just, Aliaga y cerrar el círculo, finalmente, por Miravete de la Sierra (con su hermoso puente medieval) y Villarroya de los Pinares. Una danza que vivió días gloriosos hasta los años sesenta del siglo XX. Cuentan que Catalán de Ocón, dijo aquello de que: “allí donde se encuentren mis ganados se hará la feria”. Resultó que estaban en Cedrillas y allí se celebra, desde hace más de 100 años, una feria que ha llegado a se la segunda de España en transacciones económicas. Cantaba Labordeta que a los catalanes les llevaban “agua y cordericos”, los cordericos eran, en buena parte, de Teruel y fue carne, buena y barata, mientras Inglaterra mantuvo el cerco económico sobre nuestro País y nos condenó a la hambruna más feroz hasta el año 1951 y siguientes. Ahora, ni la lana ni la carne de cordero se venden bien y eso que son dos buenos productos, pero han llegado otros “textiles y texturas” y otras carnes más “magras”.
Pastores, esquiladores, pelaires, pelexeros, cardadores y texedores,… una vez terminada su tarea metían la lana en sacos, cargaban, también, las pieles, los tejidos elaborados y en interminables reatas de burros y mulos iniciaban el camino hacia la costa atravesando lo más duro de las sierras turolenses. Durante los siglos XVII y XVIII se desarrolló una potente industria textil que dio un mayor valor añadido al producto base. Gracias a esa riqueza se renuevan casi todas la iglesias del área de influencia de la lana.
A los mulos y burros se les colocaba un “baste” sujeto por una correa “barriguera” y por detrás otra de “retranca” para evitar que la carga cayera por delante. Se cargaba la misma cantidad de peso en un lado que en el otro del baste, para que la carga estuviera equilibrada y el animal no padeciera al andar. El mulo de carga llevaba una “cabezada” con un ramal que se ataba a la cola del animal que le precedía y así se formaba, la reata, tan larga como interesara. Cada jornada había que desmontar toda la carga, la lana por un lado, el baste por el otro y se dejaba al animal descansar después de darle el “pienso”: o bien se le dejaba pacer o se le daba una ración de “paja con cebada” y se le llevaba a abrevar. Las rutas procuraban seguir las flechas de los ríos siempre que fuera posible, para tener asegurada el agua. En este caso, al tener que atravesar los valles transversalmente, se procuraba pasar por zonas de manantiales donde los animales pudieran beber. La ruta seguía por Villarroya de los Pinares, Fortanete, Cantavieja, Forcall y Morella, para llegar finalmente al Mediterráneo por Vinaroz.
A los mulos y burros se les colocaba un “baste” sujeto por una correa “barriguera” y por detrás otra de “retranca” para evitar que la carga cayera por delante. Se cargaba la misma cantidad de peso en un lado que en el otro del baste, para que la carga estuviera equilibrada y el animal no padeciera al andar. El mulo de carga llevaba una “cabezada” con un ramal que se ataba a la cola del animal que le precedía y así se formaba, la reata, tan larga como interesara. Cada jornada había que desmontar toda la carga, la lana por un lado, el baste por el otro y se dejaba al animal descansar después de darle el “pienso”: o bien se le dejaba pacer o se le daba una ración de “paja con cebada” y se le llevaba a abrevar. Las rutas procuraban seguir las flechas de los ríos siempre que fuera posible, para tener asegurada el agua. En este caso, al tener que atravesar los valles transversalmente, se procuraba pasar por zonas de manantiales donde los animales pudieran beber. La ruta seguía por Villarroya de los Pinares, Fortanete, Cantavieja, Forcall y Morella, para llegar finalmente al Mediterráneo por Vinaroz.
Es curioso que Sancho Ramírez, rey efectivo de Aragón entre los años 1064-1094, controlara las poblaciones de Vinaroz, Benicásim y Peñíscola antes de la propia conquista de Huesca en cuyo asedio murió. Le preocupa el comercio y trató de resolver con más humanidad los litigios entre pastores. Vinaroz es aragonés casi 100 años antes de que lo fuera Teruel y no digamos Albarracín.
La ruta la iniciamos en el aserradero llamado, “Tosco”, situado en la mano izquierda y junto a la carretera que va de Teruel a Cantavieja. A escasos metros de Villarroya de los Pinares se sitúa, pues, este aserradero. En este lugar, inicio de la incursión, se encuentra el primer pilón que puede verse desde la carretera, si uno está atento. Nada más dejar el aserradero nos encontramos con un manantial de agua fresquísima que aflora del pie de la montaña por, al menos, tres aforos. Una acequia artificial lleva el agua hasta la serrería, ya que en tiempos tuvo salto de luz. Tomamos a continuación y sin solución de continuidad el camino, que se inicia con una fuerte subida. Tal como tomaban el camino los animales, tanto al subir como al bajar una pendiente, los pilones van zigzagueando y trazando curvas de nivel muy pronunciadas. Estos monolitos hechos de cal y canto y lucidos en el exterior en todo su perímetro, están bastante deteriorados, después de siglos sin hacerles caso y sin saber muy bien su significado, cultural, económico e histórico, han sobrevivido a duras penas. Faltan algunos porque el tiempo los ha ido destrozando pero al atravesar una zona de repoblación forestal vemos que han desaparecido todos al construir un cortafuego precisamente siguiendo la línea de los pilones. Las curvas del trazado se hacen menos pronunciadas a medida que la pendiente se suaviza. Por fin llegamos hasta una paridera desde la que se contempla una bella panorámica del valle del río Guadalope. Luego, en lo alto de la muela el perfil se vuelve llano y los pilones forman una línea continua. Pasamos junto a aun colmenar de unos colmeneros de Bordón. Como el viento soplaba en contra no tuvimos problemas con las abejas. Por fin la planicie se rompe y el camino gira a la derecha y baja por la ladera de la montaña. Desde la cornisa en la que nos encontramos se divisa una amplia llanura a nuestros pies y un reguero de pilones junto a las pistas forestales que se trazan para las tareas agrícolas. Desde este punto volvemos al de nuestro origen.
Se cuentan más de 160 pilones en el tramo Villarroya Allepuz, otros 90 en El Pobo y unos pocos más en la fuente del Berro (Cedrillas). Tiene una altura de unos tres metros y una separación entre 30 y 40 metros. El conjunto de estos pilones está declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y son numerosos los viajeros, turistas y montañeros que acuden a hacer esta ruta los fines de semana. El Camino de los Pilones fue un camino de herradura y de ahí, creo, la necesidad de señalarlo para evitar perderse con las nieves, las lluvias, los vientos o las nieblas.
Actualmente y pese a la crisis, pues es poco el dinero a invertir, sería necesaria la restauración de muchos y la composición de otros. Como puede verse en la fotografías que adjunto son, monolitos, de una sencillez suma con un único realce en la parte superior. Estos pilones, vistos en la distancia, muestran con su trazado y función una obra equivalente a una autopista actual. Eje económico por el que circulaba la supervivencia de los habitantes del Sur de Aragón en la Edad Media y Moderna.
Terminamos nuestro viaje en El Pobo donde la Poborina Folk, en su XIV edición, está siendo todo un éxito. Mientras, los campos de cereal están madurando rápidamente y muy pronto, las cosechadoras no darán tregua al cereal mientras no caiga la aguareda.
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http://miscelaneaturolense.blogspot.com.es/2012/10/octubre2012miscelanea-la-ruta-de-la.html
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Esta foto nos ha sido cedida por Juan J. Marqués, al cual le agradecemos la deferencia.
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