LAGASCA Y VAVILOV
En el año 2017, los españoles
consumen una media de 34,12 kilos de pan por persona y año. Hace apenas diez años
el consumo era de 46 Kg., sin embargo, en los años 60 del siglo XX alcanzaba el
consumo a los 134 kg. y, a finales del
siglo XIX, este consumo en España era de 180 kg. de pan por habitante y año.
Por el contrario, el rendimiento productivo a
crecido lentamente hasta épocas recientes, de tal manera que en el siglo XII
por cada semilla de cereal plantada solo se obtenían 3 o 4 gramos y hasta
finales del siglo XVIII no se superó el ratio de de 1 a 10 y a pesar de todo no
se obtenían excedentes agrícolas.
Debido a ello es normal que se
produjeran hambrunas y que hubiera una preocupación en las autoridades por el
desarrollo de este cultivo. A tal efecto Lagasca (1774-1839) recibe el encargo
de trabajar en dos líneas de investigación: La FLORA y las CERES. De los dos
herbarios el de la flora es destruido en Sevilla al tener que exiliarse a
Londres en 1823. Por el contrario, la CERES permaneció en el Jardín Botánico de
Madrid.
Años más tarde Nikolai Vavilov en su
viaje a España y al estudiar su herbario (la ceres) en el jardín Botánico de Madrid
se da cuenta de que Lagasca sin emitir teoría alguna había llegado a comprenden
el origen de la genética de las especies vegetales. Las plantas evolucionan por
hibridación. De esta forma se convierte en precursor de la teoría de la
evolución de las especies vegetales y así se lo reconoce el ruso.
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Mariano Lagasca (Encinacorba,
1776-Barcelona, 1839) es uno de los naturalistas aragoneses más universales.
Sus estudios han sido reconocidos por científicos de toda España e incluso en
países tan lejanos como Rusia quedaron prendados de sus deducciones sobre la
selección de especies para mejorar cultivos. Lagasca llevó a cabo sus
investigaciones recopilando miles de ejemplares hasta crear un maravilloso
herbario que tuvo un final trágico: acabó en el fondo del Guadalquivir cuando
el régimen absolutista de Fernando VII le condenó a un exilio en Inglaterra que
duraría 12 años.
Padre de la genética vegetal
Lagasca aprovechó para estudiar la flora británica y llegó a la conclusión de que las plantas cultivadas mantienen una herencia común aunque se trate de especies diferentes. Sus teorías se anticiparon 60 años a las que formularon los padres de la genética vegetal, como el soviético Nicolai Vavilov. Durante un viaje a España en 1927, el científico ruso quedó asombrado de la gran sabiduría del aragonés. Cuando leyó los trabajos que se guardaban en Madrid, aseguró que con Lagasca nació "la primera etapa del cultivo científico de las plantas". Buscó un libro que recogiera esas ideas, pero no encontró ninguno. La familia del aragonés, conmovida por el interés, donó el único ejemplar que quedaba "para el florecimiento de las ciencias soviéticas", según narró en su diario el propio Vavilov. (David Navarro, Heraldo de Aragón)
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