CATALANES Y VASCOS
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Son en la actualidad nuestro problema,
el problema de España. Son, además, la línea roja de nuestro devenir desde hace
dos siglos. El proceso de la descolonización española ha sido lento y se ha
alargado durante mucho tiempo. La última descolonización fue la del Sahara en
el año 1975 aprovechando la muerte de Franco y la inestabilidad política. Desde
entonces España no tiene ningún territorio por descolonizar. Sin embargo, la
debilidad de nuestro Estado y la pervivencia larvada de la teoría de la
autodeterminación o liberación de los pueblos oprimidos hace mella en la
potencia actual de nuestro Estado.
Catalanes y vascongados son la piedra
de toque y ponen de vez en cuando en jaque al Estado español. Cataluña y las vascongadas
nunca han sido colonia española, es absurdo señalarlo, pero es necesario en
vista de la situación actual.
El último ataque catalán mediante la
DUI (Declaración Unilateral de Independencia) ha puesto de nuevo sobre la mesa
el hecho de que la crisis descolonizadora no está resuelta. Ésta hubiera sido una buena ocasión pero el
Gobierno de Rajoy fue débil. Esta debilidad le hizo desplomarse en la encuestas
y subir a Ciudadanos. Los españoles quieren poner fin a este absurdo y dislate.
Mientras, ambos territorios obtienen pingües beneficios económicos y políticos.
España, el Estado español, por el
contrario tiene que salir a dar
explicaciones en los foros internacionales. Es decir, el agredido, tiene que
salir a justificarse.
Los militantes y compromisarios del
PP estaban cansados del Gobierno Rajoy, centrado en la economía y haciendo
abandono (explícito) de la política de Estado.
Por esta razón, si el nuevo líder dice
que defenderá España, se le tacha de extremista. Si dice que defenderá la
Constitución, de igual manera. Lo peligroso es, hacer caso de estas críticas que
pretenden debilitar al Estado. Un estado fuerte no es un estado dictatorial, es
por ejemplo, lo que tiene Francia: Francia es un Estado fuerte y muy centralizado, vamos,
en las antípodas de España.
Se ha inoculado en la mass-media
española un complejo de inferioridad terrible. Escondemos al rey, a la bandera,
no tenemos letra del himno nacional y se pita en los estadios de futbol todo que huele a español. La
cantidad de agravios que se hacen a España es indescriptible. Sin embargo,
España no tiene ningún representante en el Parlamento, de ningún partido de extrema derecha. Cosa admirable. No es el caso de nuestros vecinos franceses
con una extrema derecha potentísima.
No sabemos si Casado será capaz de
revertir la situación, de hacer trabajar a la diplomacia y poner sobre la mesa
que España tiene la Constitución más antigua del mundo.
Los españoles no somos fascistas, ni
dictadores, ni opresores, ni tenemos colonias, ni atacamos a viudas indefensas
ni, nos comemos a los niños. Somos un Estado democrático de derecho. Y explicar
algo tan sencillo debería ser “coser y cantar” para un gobierno medianamente
sensato.
Esperemos que por fin se ponga fin a
la crisis decimonónica de una España en decadencia.