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jueves, 10 de mayo de 2012

Mayo2012/Miscelánea. MAYOS EN GEA DE ALBARRACÍN ( I I I )

GEA DE ALBARRACÍN
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Gea nunca fue de Albarracín pero el apellido le ha pesado como una losa. Aquí venía a cazar Jaime I el Conquistador cuando Albarracín era todavía un señorío independiente de Castilla y Aragón. Este año una Maya salió al balcón de una casa palacio en la que, según la tradición popular, durmió Jaime I. Asentada muy cerca de Teruel y de Albarracín le beneficia su situación estratégica. Gea, en vasco Exea, significa La Casa. Llegó a pertenecer a Juan Fernández de Heredia por donación de Alfonso V el Magnánimo. Y en tiempos de Felipe III se expulsaron de aquí  pasados los 4.000 moriscos que trabajaban en herrerías, batanes, telares de paños y lienzos, etc. Tenía una estupenda alfarería de agua de la que conservo un original cántaro. La atraviesa el acueducto romano más largo de España y a su entrada, desde Teruel, tiene su centro de interpretación. Convento de capuchinas ahora habitado parcialmente al verano en tareas de rehabilitación de personas con minusvalías. La iglesia está consagrada a San Bernardo, santo de mucha devoción en el pueblo ya que prevalece sobre la fuente en la plaza del Ayuntamiento. En el siglo XIX fue desamortizado el convento carmelitano, una potente construcción que sobrevive a duras penas debido a lo costoso de su restauración. El caserío es hermoso y esta bien cuidado con un estilo arquitectónico peculiar. Recientemente se ha reconstruido la puerta de Teruel, no sin cierta polémica. Tiene la iglesia una singular virgen en el baptisterio, a la que se le cantan los Mayos; órgano, potente cristo barroco, altar dorado y tres naves. La nave central esta cubierta con bóveda de medio cañón con lunetos. Hermosísima vega regada por el Guadalaviar (río de la pozas) que sorprenderá al forano y una gente encantadora. Muchos turistas que va a visitar Albarracín alquila casa rural en Gea, sencillamente, es más barato. Si algo se nos ha quedado por reseñar (seguro que sí), prometemos volver. Volveremos a comer y a pasear por sus entrañables calles  al compas de las acequias (zaicas) que avenan la vega.
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