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lunes, 15 de junio de 2020

Junio2020/Miscelánea. LA LEYENDA DEL CASTILLO DE PERACENSE


LA LEYENDA DE "EL BUCO" Y EL CASTILLO DE PERACENSE
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Nadie sabe a ciencia cierta porque sobrevivió el castillo de Peracense al maléfico conjuro mágico de El Buco; en aquellas terribles circunstancias prisionero del señor del castillo de los Ares. Esta versión que aquí relatamos, recogida de la tradición popular, es una de las tantas  que circulan. Pero,  también hay quien señala que el castillo se libró de su destrucción, de un destino irremediable, gracias a la providencia divina.
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Cuentan las gentes de la redolada (Almohaja, Rodenas, Pozondón, Peracense y Villar del Salz) que, en el tiempo en que señoreaban estos lares los descendientes de los druidas, dominaban los cielos las hijas de las brujas y los hombres estaban sometidos a el poder y al capricho de unos y de otras, sucedieron estos hechos, cuya transcendencia ha llegado a hasta nuestros días.
Todo comenzó un día en el que el señor de este pequeño castillo, que poseía en usufructo una saga familiar llamada de los Ares, yendo camino de Albarracín para prestar vasallaje al señor Azagra dueño de estos territorios, topó con el biznieto de un druida en una paramera del camino que va de Pozondón a Monterde. El brujo le cortó el paso en seco y le dijo: no te dejaré pasar y no serás nunca caballero si no me haces señor del castillo de Peracense. Era el castillo de Peracense propiedad del señor de Daroca y, sabedor el de los Ares, que la impresionante mole era imbatible, sospechó de las taimadas intenciones del druida. Por tal razón, mandó a su séquito prenderlo.
De vuelta al castillo el señor de los Ares, ya caballero,  encerró al druida en una singular torre cuya majestuosidad todavía puede verse. A esta torre, por haber tenido prisionero al druida que, además de unas blancas y luengas barbas portaba el bastón mágico y un caperuz del que se proyectaban unos cuernos de macho cabrío, se le llamó “Torre del Buco”.
Allí permaneció el druida día tras día sin poder librarse  de las cadenas con las que lo tenía prisionero el de los Ares. Pero, no para siempre. El señor del castillo sabía que un día no muy lejano, tornarían los poderes del druida y ese día sería temible. Pronto se acabó la primavera y, en llegando el solsticio (24 de junio), tornaron al druida todos sus poderes mágicos.
Fue en la noche de San Juan cuando todas las fuerzas de la naturaleza se desataron. Aquella noche El Buco rompió sus cadenas y elevándose sobre los cielos fue a posarse sobre la montaña sagrada de San Ginés. La luna se eclipsó y, bajo la oscuridad de la noche, se extendieron pretas y abigarradas nubes de tormenta que se precipitaron en forma de granizo y lluvia haciendo desbordarse el barranco Cardoso y arrasando ganados, parideras y caseríos.
A la hora de la media noche El Buco elevó su vara poderosa y mágica e, invocando al maligno, dijo: ¡Qué el  castillo de Peracense sea destruido y que la maldición caiga sobre el de los Ares!
Dada la oscuridad reinante, la tormenta y las precipitaciones, sucedió que las brujas de Jabaloyas que esa noche volaban al akelarre del Moncayo,  decidieran posarse momentáneamente, para descansar y reorientarse, en el castillo de Peracense.
Entonces sucedió algo espectacular. Las brujas, al escuchar el maleficio del druida extendieron sus capas protectoras y libraron al castillo de su destrucción. Todo aquello que no quedó bajo sus capas quedó convertido en inmensas moles de piedra arenisca roja que, con el tiempo y la erosión, fueron formando un paisaje fantástico y fantasmagórico.
De la misma manera, El Buco quedó petrificado por el Altísimo como castigo por su maldad y, en la misma piedra que muestra su silueta, quedaron grabados los “botones” símbolo de su primigenio poder.
El señor de los Ares, tras aquella noche de terror, abandonó para siempre el castillo maldito. Desde entonces, el castillo del señor de los Ares se fue erosionando con el paso de los siglos hasta llegar a la situación actual y nunca después fue habitado.
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