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jueves, 15 de marzo de 2018

Marzo2018/Miscelánea. EL CUENTO DE LA DESPOBLACIÓN (UNA EXCUSA PARA MENDIGAR)


LA DESPOBLACIÓN
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La despoblación es una excusa para pedir reducción de impuestos o ayudas. Es decir, ayudas o reducción de impuestos, más claro no se puede decir. Ahora bien, si analizamos con seriedad y rigor el por qué los pueblos se han desertizado (poblacionalmente) quizás encontremos la manera de revertir el proceso. Un proceso que si ha de llegar será dentro de mucho tiempo y para el que deberán pasar algunas generaciones.
Para que los pueblos se hayan quedado vacíos se han producido una serie de hechos concatenados que todos conocemos. Caciquismo, restricción a la instalación de empresas con mil trabas e inconvenientes, falta de comunicaciones (las carreteras traen las guerras), la presión social, la crítica social fundada en una moral rancia y reaccionaria. De todo hemos padecido. Salir del pueblo era una liberación. A los maestros nos cobraba el Ayuntamiento el alquiler de la casa (que construyó el Ministerio) porque ganábamos mucho. Mientras que, a los médicos, se les daba gratis. A principios de los años setenta no nos dejaban salir del pueblo los fines de semana y eso sucedió hasta que se aprobó la Constitución. Había una fiscalización inquisitorial… qué comprabas, qué vestías, a dónde ibas, de dónde venías…
No hubo empresas ergo, no hubo trabajo. El campo se mecanizó y no se necesitó mano de obra. Los pueblos empezaron a quedarse vacíos. Los pocos propietarios que se quedaron con todas las tierras se fueron a vivir a la ciudad gracias al monocultivo del cereal y a esas carretas que ellos mimos negaban a los demás.
Todo eso, unido a la política de natalidad que se ha seguido en España, anticonceptivos, píldora del día después, aborto libre (a la carta), ha hecho que no tengamos “tasa de reposición”. Tal es así, a tan bochornosos grado de egoísmo  hemos llegado que, hace unos días, se anunciaba en el Diario la petición del reagrupamiento familiar de un emigrante africano para que el niño viniera al pueblo y tener alumnado para mantener la escuela. ¡Tremendo! Se empezó "espachando" al maestro y ahora se buscan niños en África....
Paradógicamente, ahora, en estos momentos, es cuando se vive bien en los pueblos y nadie se te mete “en la cocina” a levantarte la tapa del cocido. Hemos pasado quince días en el pueblo. Tras este invierno, la población ha pasado de cien habitantes a poco más de ochenta y, cada año, mueren menos (la causa es clara, cada vez hay menos gente). Lo peor ha pasado. Un pueblo debe tener aquellos habitantes que pueda mantener y que dejen vivir al resto.
También suele suceder que, cuando muere un matrimonio y la casa queda vacía, al poco tiempo, ésta es asaltada y robada. Por eso el que tiene una casa en el pueblo para pasar el verano, allí lleva los peores electrodomésticos y los peores muebles. Aquí no valen las alarmas pues, al anochecer, se bajan las persianas, se cierran las puertas por dentro con llaves y cerrojos y el pueblo queda a merced del que quiera campar a sus anchas. Tal es así que la oficina de Ibercaja (sin cajero y sin dinero, ¡claro!) deja las luces del interior encendidas toda la noche como señalando: AQUÍ NO HAY NADA QUE ROBAR.
El que sepa revertir esta situación que muestre un plan coherente, porque estamos cansados de pedigüeños que dicen que deberían cobrar por vivir en un pueblo. Lo cierto es que ellos ( la mayoría) no viven. A la mayoría de alcaldes de Aragón les vendría mejor hacer los plenos en Huesca, Teruel o Zaragoza, por ser sus lugares de residencia habitual.
Así que, a predicar con el ejemplo.
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