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sábado, 15 de junio de 2024

Junio2024/Miscelánea. EL GATO DEL CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE TARRAGONA

Hace muchos, muchos años, vivía en la ciudad de Tarragona una bruja con un hermosísimo gato, gordo y lustroso. Los vecinos aseguraban que el animal era la misma encarnación del diablo y que en el entorno de la casa de la bruja y del barrio pasaban cosas misteriosas, singulares y, a menudo, inexplicables.
Sucedió, sin embargo, que, a pocas manzanas vivía un canónigo muy bondadoso y cumplidor de las normas religiosas. Era tan bonachón que los ratones hicieron de su casa una verdadera mansión de recreo con toda clase de lujos, placeres y comidas copiosísimas. 
Un buen día, anunciaron al canónigo que el obispo iría a visitarlo y que debía agasajarlo con una, sino abundante, sí limpia e higiénica comida. A ello se aprestó el buen clérigo pero, la comida resultó ser un fracaso pues, los ratones desvergonzados, aparecieron entre los platos de comida y bajo las sotanas del obispo. Espantado el prelado le anunció al canónigo su marcha y el deseo de que lo más pronto posible pusiera remedio a tal estado de cosas. ¡Volveré! Pero, a mi vuelta, quiero la casa como una patena (y nunca mejor dicho).
Pensó el bueno del canónigo la forma de librarse de los ratones y halló en el gato de la bruja la solución. Sin embargo, una pega había en tan feliz hallazgo: los gatos son la misma encarnación del diablo. Pero, también para ello encontró solución, como se verá.
Trajo el clérigo el gato a su casa y lo puso en frente de los ratones. Estos espantados huyeron de momento a sus guaridas donde eran inexpugnables. Entonces, el gato, que era como se verá, el mismo diablo, planificó una estrategia que le había de traer el éxito en la empresa. Fingió estar muerto, tumbado patas arriba, conteniendo el aliento por momentos. Los ratones exploraron la situación y llegaron a la conclusión que el gato había fallecido. Lo colocaron en unas parihuelas y organizaron un entierro de primera. Pero, en el momento en el que más confiados estaban los ratones el gato los atacó por sorpresa acabando con todos ellos. 
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Comió ratones sin límite ni fatiga hasta ponerse orondo como un globo. Visto lo sucedido por el canónigo, sintió que el gato era demasiado inteligente para dejarlo campar a sus anchas por la casa. Así que, mandó hacer una jaula de hierro forjado y lo metió en ella. Desde ese momento en adelante el gato no saldría de la jaula si no era bajo la supervisión del canónigo y siempre que hubiese una necesidad muy expresa y extrema.
Corrió la noticia del gato por la ciudad y no eran pocos los vecinos que fueron a verlo y que querían comprarlo. Sin embargo, el canónigo, sabiendo que el animal era el mismo diablo, nunca quiso desprenderse de él. 
Un buen día, llevó al gato con la jaula al claustro de la catedral para que tomara el sol. Nadie sabe como ni por qué... el gato desapareció en lugar sagrado para siempre jamás dejando a sus espaldas un nube de humo azufrado y espeso. El suceso hizo cavilar al canónigo y de esa cavilación lo sacó la idea de hacer tallar en piedra la historia del gato para prevención de las generaciones venideras. Y, ahí está en piedra, la historia, casi increíble, de este gato fantástico al que algunos atribuyeron los poderes de maligno y, que no pudo soportar, permanecer en lugar sagrado. 
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Casa del canónigo en Tarragona
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PLANO IDEAL DE LA TARRACO ROMANA
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