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viernes, 4 de enero de 2013

Enero2013/Miscelánea. LA PROCLAMACIÓN DE LA CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ EN LA FRESNEDA (1813) Y OTROS SUCESOS.

PINTORESCA HISTORIA ACAECIDA EN LA FRESNEDA EN AGOSTO DE 1813
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Si en el año 2012 pasado, se cumplió el 200 aniversario de la proclamación de la Constitución de Cádiz. En este de 2013, de la misma forma, se cumple el 200 aniversario de su proclamación, “La Pepa”, en la villa turolense de La Fresneda (y, bien merecería una nueva celebración). Así se relata en el Boletín de Historia y Geografía del Bajo-Aragón. Enero-Diciembre, 1909. El relato viene acompañado de otro no menos “chusco” a la vez que preocupante. Se trata de las “fiestas” celebradas en la villa por el nacimiento del hijo de Napoleón en 1810 (Rey de Romanos, era el título que se daba al heredero del cetro de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico), que sería emperador con el título de Napoleón II. Todo ello a pesar de que Francisco II (Austria) había renunciado al título de emperador el 6 de agosto de 1806. Aparecen, en ambos relatos de forma clara, el enfrentamiento entre el partido español y los afrancesados, por un aparte. Y los constitucionalistas contra los partidarios de la monarquía absoluta de Fernando VII, por otra. Es el comienzo de un convulso siglo XIX que dejará suficiente poso para que el XX, sea trágico.
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De cómo La Fresneda se hizo con el retrato de don Fernando VII para proclamar la Constitución de 1812 y andanzas de este retrato.- Entrado el mes de Agosto de 1813 llegó a La Fresneda el abogado D. Agustín Alegre para proclamar la Constitución de Cádiz, reponer al alcalde anterior a la invasión francesa y desempeñar otros cometidos conducentes al reposo de la villa; y a fe que bien lo necesitaba ésta, atormentada como ninguna otra de los desórdenes de partidos y sus consiguientes calamidades y desdichas.
La publicación del Código gaditano  había que hacerse con todo el aparato que el argumento requería, y a este efecto el municipio acordaba el día 11 de aquel mes la formación de un retablo grandioso en la frontera de la casa concejil, donde se instalara la imagen del Deseado, bajo dosel de damasco, con guardia de soldados, muchas luces, y todo los demás honores correspondientes durante tres días con sus noches.
Por desgracia, faltaba lo principal, es decir, la efigie vera de D. Fernando…. Como sabuesos se lanzaron los concejales en busca del retrato o de cosa, parecida o no, que pudiera darse como tal. En casa de un vecino hallaron un cuadro de San Fernando; y pues se ofrecía la coyuntura feliz de hallarse en el pueblo un pintor, con toda presteza le encargaron la obra de convertir el Santo en Fernando VII. Era difícil; pero el milagro se hizo. ¿Cómo?
Hay que oír al propio autor de la metamorfosis. Años después, José Meseguer, pintor domiciliado en la Codoñera y a la sazón ocupado en la pintura de un retablo en Peñarroya hacía esta declaración jurada: “Que hallándose en La Fresneda  en ocasión que había venido un Caballero para publicar la Constitución, fueron a la casa en que estaba dos o tres individuos de Ayuntamiento o Municipalidad de esta villa y le dijeron que al día siguiente precisamente había que quedar pintado un cuadro con el retrato de nuestro Soberano; el testigo es respondió que no podía ser porque no tenía lienzo preparado ni los demás requisitos; le propusieron que fuera a la casa de la Villa con ellos para ver si de dos cuadros que había con retratos de dos Soberanos podía componerse alguno, fue con efecto, los vio, y le pareció eran impropias sus figuras, así se les dijo a los individuos de Ayuntamiento,  y estos propusieron que podía pasar a casa  de Xavier Ortiz a ver si se podía acomodar un retrato de San Fernando que había en ella; pasó con los mismos Comisionados de Ayuntamiento le enseñaron el cuadro que tiene presente y se convino a que podía hacerse un retrato de nuestro Soberano y con efecto trataron de que se lo llevase y se lo llevó a casa de Tomás Sariñena donde estaba. Que a ella acudieron algunos individuos de Ayuntamiento, el abogado D. Juan Ignacio de la Pardina, el cura Mn. Miguel Nicolau y otros y entre unos y otros le ayudaron a discurrir la figura que se le debía de dar al retrato proviniéndole que en lugar de una bola que tenía puesta en la mano izquierda, y donde el testigo pensaba colocarle el cetro, había de figurar la constitución como así lo hizo: que las inscripciones que puso en ella se las dio por escrito o bien D. Miguel Nicolau o D. Ignacio de la pardina…. Y con anuencia de los mismos puso la inscripción que se halla al pie del retrato y en esta forma fue conducido a casa de la Villa….”
La fiesta de La Fresneda con motivo de la publicación constitucional fue grande y concurrida de muchos forasteros. El cuadro de los Fernandos fue el mismo día paseado por las calles en procesión dudosamente ordenada y devota, pero acompañado de hachas de viento y de los indispensables gaita y tamboril. Procesión dudosamente devota, decimos, porque años adelante no faltaron disgustos que padecer a cierto estudiante de clérigo, acusado de haber empuñado en ella el palo de que pendía el cuadro, proclamando que Fernando no gobernaría más que aquel palo, que en adelante gobernaría la Constitución, que era rey afrancesado y traidor, un p…. engañado de los franceses; aunque, por fortuna, supo destruir tales acusaciones y salir victoriosos de las causas.
Cuando el Deseado, vuelto de Francia, le plugo abolir la Constitución, otras manos pecadoras hubieron de borrar del cuadro fernandino, depositado en el consistorio, las inscripciones encomiásticas del código gaditano; y entonces, viendo el dueño del lienzo  que “el cuadro iba a mal andar”, y previendo acaso los retoques y transformaciones que le esperaban en el mundo veleidoso de la vida pública, lo redujo de nuevo al tranquilo silencio de sus desvanes.
El mismo documento nos dice que en La Fresneda se había solemnizado con danzas, toros y otras diversiones el natalicio del llamado Rey de Romanos durante el dominio de los franceses.
Se corrieron 30 o 40 toros de labranza que se hicieron al efecto presentar  a los labradores; y se dijo entonces que obligaron a los efectos más o menos claros al partido español a torear a la fuerza, y a uno, por mayor irrisión, a que lo hiciera “con la copa de Pilatos que tiene la cofradía de la Sangre de Cristo para las funciones de Semana santa”, y eso se pena de 80 duros.
“Todos los buenos españoles, dice un testigo, tuvieron empleos forzosos en aquella fiesta de deshonor para afrancesados” a este mismo testigo le obligaron a “que hiciese de mojiganga, y tuvo que hacerla.”
Ordinario era que los amigos del gobierno intruso llamasen a las tropas leales españolas, soldados de papel y paja, tropas de mosquitos, y a los del partido español llamábanles papamoscas, buenos creyentes, fanáticos y otros dictados por el estilo.
La  Redacción.
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