LA GOTA DE LA LOCURA
(Cuento Sefardí)
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Había una vez un rey que gobernaba con mano dura un extenso y poderoso reino. Combatía a sus enemigos con una dureza implacable y no rehusaba ningún método para someterlos, incluso la pena de muerte.
Al rey, un día, le surgió un enemigo que le rebatía todo cuanto el hacía. Le señalaba sus conductas censurables y sus injusticias.
El rey, como soberbio que era, no podía soportar la impertinencia de este súbdito, así que mandó apresarlo y encerrarlo en una mazmorra.
Pero, como a pesar de todo, el súbdito seguía sin cesar de señalar las faltas del rey decidió aplicarle tortura.
Así que, lo trasladó a una mazmorra muy profunda donde no se veía la luz del día. Sin embargo, esto no le satisfizo y, para mayor daño del preso, y con el deseo de que se volviera loco, hizo que junto a su oído cayera constantemente y cadenciosamente una gota de agua que al chocar contra una piedra, hacía un ruido en la oscuridad y silencio de la mazmorra capaz de volver loco a cualquier persona.
Volvió al cabo de un año el rey a la mazmorra para ver si el preso estaba ya loco. Pero vio que todavía no lo estaba y que su pensamiento estaba pleno.
Volvió al año siguiente por ver su la tortura ya le había hecho mella en su mente, más observo que seguía tan cuerdo como el primer día.
Volvió por tercera ver a los dos años, pero nada había cambiado, el preso seguía completamente cuerdo.
Pregunto el rey, entonces, el cómo había logrado sobrevivir a la tortura y no volverse loco.
Respondió el preso que lo diría, si prometía ponerlo en libertad.
A lo que el rey, asintió.
Pues verá, majestad, cada gota que cae, si se observa con atención, no hace el mismo sonido. Es perfectamente distinguible una gota de otra, un sonido de otro. De esta manera a cada gota asociaba una melodía y, como conozco infinidad de melodías, la gotas me deleitaban en vez de perturbarme y volverme loco.
Admirado quedó el rey de la inteligencia del preso y, no solamente le dio la libertad, si no que lo hizo su consejero.
