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viernes, 13 de febrero de 2015

Febrero2015/Miscelánea. RICARDO BENITO Y LA SEMANA SANTA DE VILLARQUEMADO

LA VIEJA ACACIA DE VILLARQUEMADO
VIVENCIAS
Año 1960 Un niño de 10 años viaja en tren desde Monreal a Teruel. Va a realizar sus exámenes de bachillerato. Asomado a la ventanilla del viejo tren (“chispa” era como le llamaban) contempla el verde prado de Villarquemado con sus grandes vacadas. Entre sus sueños está el llegar a ser un día un buen periodista.
 Año 1976 (16 años después) Ese mismo año, el niño que veía a Villarquemado desde el tren, llega al pueblo de maestro. Su sueño se había hecho realidad en otra profesión. ¿Qué mejor periodismo que el que sabe transmitir noticias a los niños/as? Cualquiera se sentiría feliz transmitiendo el saber y trabajando en su educación.
 Año 1997 (21 años después) Muchos años de vivencias. Muchas buenas… algunas malas. Entre las últimas, la falta de muchas personas, que ya no están aquí, y que, durante años, a ese niño que veía a Villarquemado desde el tren, le brindaron su amistad, su hospitalidad, su confianza… Esa lista de personas, larga para enumerar, era el más claro ejemplo de la hospitalidad de las gentes del pueblo que el niño contemplaba desde el tren. Siempre se encuentra uno a gusto hablando con una persona mayor. Conversar es transmitir y para conocer bien la historia de un pueblo hay que hablar con las personas mayores.
Siempre me han enseñado cosas y siempre he tenido un gran respeto por el saber de los mayores.
 No quiero pasar por alto una de mis mejores vivencias.
 Sucedió en el mes de Marzo, acercándose la primavera, cuando la noche y el pueblo parecen dormidos. Sentado sobre la fuente, junto a la vieja acacia, escuché el sonido de cornetas, bombos y tambores.
- ¿Qué es ese ruido? –me preguntó la vieja acacia
 - Es el misterio de la Semana Santa, de lo que representa y expresa, de su significado. Es el sonido de la Pasión. 
-¿Por qué no me lo explicas un poco?
 - Querer explicar esto con palabras es muy difícil para mí. Hay muchas personas que explicarían mejor la Semana Santa que yo. En realidad yo no sé explicarlo. Sólo puedo decirte que las vivencias y sentimientos de la Semana Santa están en el interior de las personas .Yo te puedo hablar de vivir y sentir. De vivencias y sentimientos.
 - ¿Qué pasa por la mente de quienes ven y sienten el paso de la cofradía? ¿Qué pasa por la mente del cofrade, sea pequeño o mayor? -volvió a preguntar la vieja acacia.
 - Creo que las respuestas a tus preguntas volverían a formar parte del misterio. Yo sólo te diré, como espectador, puesto que cofrade no he sido, que las fibras más sensibles del cuerpo reaccionan ante la expresión visual y sonora, que tanto significado encierra y que por eso se le dignifica. Está claro que el rito de la Semana Santa se abre al que lo contempla y lo envuelve en su rito misterioso.
 - ¿Y todo eso lo sientes tú? 
- Claro que sí. Aunque, si te digo la verdad, el verdadero sentimiento lo veo en los cofrades. Ellos sí que transmiten el sentir de la Semana Santa. Gracias a su tesón, a su empeño y a su ilusión, la Semana Santa adquiere una mayor devoción y un mayor recogimiento. Ahora, por ejemplo, el sonido de los tambores me hace pensar, sentir,…es algo difícil de explicar.
 - ¿Tú qué consejos les darías a los cofrades? 
-Yo no soy quien para dar consejos, pero sí que les pediría que no cejaran en su empeño, que hicieron de su esfuerzo el ejemplo de gentes sencillas, amables y hospitalarias que yo he conocido y que caracterizan a las gentes de este pueblo.
- ¿A ti te gustan las tradiciones?
- Yo amo las tradiciones y desde aquí me gustaría lanzar un mensaje al aire de Villarquemado:
Que resuenen cornetas, bombos y tambores,
que se inunden las calles de sus sones,
que sean sus propias gentes
las que creen tradiciones…
Creo que sois el espejo
de nuevas generaciones,
creo que sois el ejemplo
de pequeños y mayores.
Que hablen de sus vivencias
que hablen con los tambores,
que hablen las buenas gentes
los pequeños y mayores,
del tesón de los cofrades
de su empeño e ilusión.
-¿Conoces tú a los cofrades? ¿Los has escuchado? –me preguntó un poco confusa al ver salir mi vena poética. 
-¿Qué si los conozco? –le respondí. 
Escucha:

“Yo los conozco y los oigo
como oigo el rumor del viento,
el murmullo de las aguas
o el silencio del desierto.
Como un rayo de luna
tan pronto asoma en el cielo
en una noche estrellada
nos saludan con sus ecos…
Y en sus sones que se escapan
por los llanos y los cerros,
hay algo de misterioso
de oración y sentimiento.
Si por siempre enmudecieran
¡qué tristeza en este pueblo!
¡Qué silencio en las iglesias!
La Semana Santa ha muerto!
Pero si por el contrario,
la Semana Santa vive
y aumenta la tradición,
dad gracias a los cofrades,
que pusieron ilusión,
y con su tambor al cielo
gritaron con corazón:
¡Viva el Cristo del Consuelo!
que junto a las buenas gentes
son emblema de este pueblo.
La vieja acacia se quedó un poco sorprendida, casi diría que hasta se había emocionado. Los tambores habían dejado de sonar. Empezaba a hacer frío y me metí en mi casa. Días después, un grupo de amigos cofrades me pidieron que hiciese el Pregón de la Semana Santa. Salí, como otras noches, a escuchar los tambores, sentado en la fuente junto a la vieja acacia.
- Me han pedido que haga el pregón –le comenté– y lo malo es que no sé qué decir.
- Habla de tus vivencias y sentimientos. Cuéntales lo que me contaste a mí la otra noche –me dijo.
 Y así lo hice.
 Ricardo Benito.
Ricardo Benito, en el centro de la imagen.
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