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miércoles, 24 de enero de 2024

Enero2024/Miscelánea. LA FIESTA NACIONAL, CUANDO UNA TRADICIÓN ANCESTRAL SE PERSIGUE POR PREJUICIOS IDEOLÓGICOS.

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Es conocido en España, al menos desde la Edad de Bronce, el ritual de toro. Este rito, con fundamento religioso, al menos animista, ha sido estudiado desde la antropología por muchos autores. “Los toros en la calle” o como se titula la revista cuya cabecera aquí traemos “bosus al carrer”, en catalán, era una práctica popular que acababa cuando la comunidad (el pueblo) terminaba comiéndose al animal en una fiesta comunitaria. Entre tanto que moría, el toro era sometido a todo tipo de vejaciones, heridas, agresiones con lanzas puyas y cualquier objeto punzante que el pueblo tuviera a mano.

Las corridas populares llegaron a tal grado de brutalidad que las autoridades decidieron poner coto al asunto. Es en el siglo XVIII (históricamente muy reciente, teniendo en cuéntala trayectoria que viene desde el Bronce) cuando se reglamenta la corrida de toros tal como la conocemos ahora. Desde el siglo XVIII hasta la fecha, la fiesta ha evolucionado humanizándose en la medida de lo posible. Solo hay que ver los grabados de Goya. Pero, a esta fiesta, que tiene en su forma “civilizada” una gran proyección social se le da el apelativo de FIESTA NACIONAL.

El ser fiesta nacional es lo que rompe las costuras del nacionalismo catalán, que las prohíbe, mientras,  mantiene su forma primitiva (bous al carrer). El cualquiera de los casos el toro muere siempre, con mayor o menor dignidad (opinable). En la civilizada Francia están permitidas las corridas de toros.

Así pues, lo que se pretendió con las corridas regladas de toros, con la fiesta nacional, con la dignificación del toro, ha resultado desechable y, por el contrario, los toros en la calle, paradojas de la vida, es aplaudido por toda la "parroquia".

El mundo al revés.

Si defiendes las corridas de toros (yo nunca he ido a una en toda mi vida) te llaman facha. Picasso gustaba sobremanera de las corridas de toros, pero Picasso no es facha. (¡Qué cosas!)

Prejuicio.- Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal.

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