*
Corría el primer quinquenio de
los años setenta del siglo pasado, reinando en España “un fresco general
procedente del norte”, cuando caímos en la cuenta del asunto que traemos hoy a colación. En el Ibáñez Martín
siempre había algún alumno/compañero con un poco o un mucho de afeminamiento.
Ciertamente, siempre era víctima y objeto de bromas y burlas. Pero, realmente,
no llegamos a tomar conciencia de lo que eran los “maricones” (así se llamaban
entonces: maricas/maricones, con tono despectivo y hasta hiriente) hasta un
viaje que realizamos a las islas Canarias (cuatro compañeros) tras realizar el segundo
curso de Magisterio. Allí en Maspalomas había un bar llamado “La Viuda de
Franco” y anexo, en la Playa del Inglés, un ambicioso complejo turístico donde
muchos de los camareros pertenecían a este segmento social. Trabajar y vivir en
el mismo piso con homosexuales te daba la posibilidad de conocerlos bien. Saber
su trayectoria vital y los azares de su vida. En el restaurante que trabajábamos,
gustaba a los turistas noruegos, tras comer enormes chuletones a la brasa, ver
como algunos de aquellos camareros se travestían de Lola Flores, Sara Montiel, etc., etc., y
cantaban coplas españolas. Gustaba al público (mayoritariamente nórdico, estas
estridencias) y a los nativos, agradaban los aplausos y las propinas (por
supuesto). De esta forma llegamos a Carnavales (recordar que estábamos en la época
franquista). Dos de los compañeros/as se travistieron de mujer y nos marchamos
todos juntos a una discoteca de Maspalomas. Bailamos con los travestidos y al
arrimo de tan exótica y eróticas manifestaciones acudieron los nativos (moscas) del
lugar. Cedimos la pareja y al poco tiempo, “notando” los barones cierto miembro
enhiesto en tan “femenina dama” dieron la
voz de: “¡ALERTA… MARICONES”! Inmediatamente salimos disparados sin atrevernos a
mirar para atrás y sólo pensando en escapar de recibir una buena paliza. Los “maricones”
eran entonces perseguidos con rigor por el gobernador civil de la isla de Gran
Canaria. De aquella época guardo un sin par número de anécdotas y
circunstancias verdaderamente sorprendentes.
A finales de los años setenta de
dicho siglo XX me casé. Para entonces me decían que... ¿cómo yo, tan progre, hacía
semejante cosa? ¡Qué el matrimonio era un institución caduca! Bueno, la verdad
es que me casé y punto.
Desde entonces no sólo no ha
desaparecido el matrimonio, sino que, ¡válgame Dios!, ha sido una institución
deseada, codiciada y reivindicada por aquellos que la denostaban. Se cambiaron
los nombres y ahora se les llaman gay o lesbiana. En definitiva y para lo que interesa
aquí han seguido fielmente y al pie de la letra el modelo de comportamiento
heterosexual.
Amistad, noviazgo, galanteo,
matrimonio y formación de una familia. El régimen democrático, les ha concedido
todo aquello que pedían y estaba en su mano… ¿Todo? No, ciertamente, no les
puede conceder el tener hijos. Los homosexuales del sexo masculino practican el
llamado “sexo griego” es decir, que al ser penetrado el que hace el papel de
mujer por el ano, no puede engendrar, lógicamente, un hijo/a. Las mujeres lesbianas
tienen una solución más fácil y práctica para esta cuestión.
Los hombres tienen que recurrir a
dos métodos si quieren “realmente” constituir una familia, institución que ya parece tener vigencia en las tribus
celtibéricas anteriores a la llegada de los romanos a la península Ibérica
(Hispania). Se trata de la adopción o de los llamados vientres de alquiler. En
la adopción, por razones obvias, están en desventaja frente a un apareja heterosexual.
Al igual que en los casos de divorcio, hasta ahora siempre se da la custodia a
la madre de forma mayoritaria.
En el caso de los llamados “vientres
de alquiler” están prohibidos en España. Las asociaciones feministas están
radicalmente en contra este método porque constituye una forma de prostitución
continuada (nueve meses). Para su legalización habría que legalizar la prostitución meramente
sexual (pago por una prestación sexual). La prostitución, ciertamente, ha acompañado al hombre desde que se eligió la monogamia como método
ideal de reproducción y que tan fabulosos resultados ha dado. Actualmente la
humanidad ha alcanzado los 7.000 millones de habitantes (siete mil millones)
La homosexualidad, en ningún caso, constituye una amenaza para la supervivencia de la especie, porque, a no ser
por una catástrofe de magnitudes cósmicas (bomba atómica, meteorito) o
pandemia, la tierra está superpoblada por un enorme ejercito de monos/homínidos
heterosexuales que se reproducen de forma incontrolada.
Algunos homosexuales ya han
trasgredido la ley y han acudido a vientres de alquiler. Seguramente en el
futuro lo que se producirá en este tema será lo que ha sucedido con la
prostitución: la alegalidad. La sociedad hará la vista gorda para que los
homosexuales logren su sueño dorado que en la práctica no es otra cosa que
formar: UNA FAMILIA.
*