EL PRIVILEGIO DE PRESENTACIÓN DE OBISPOS
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Tenía un amigo extremeño que fue comandante de puesto de la Guardia Civil en un pueblo de la provincia de Teruel y que me comentaba esto. Decía lo siguiente: mientras yo fui comandante de puesto es ese pueblo, durante el franquismo, el alcalde fue socialista. Cómo tal, le pregunte. Pues muy sencillo, me contestó. El gobernador civil de Teruel me pedía que le presentara tres nombres para nombrar alcalde de ese pueblo. Yo le presentaba a tres personas que sabía de ideología socialista y de esa forma, el alcalde era socialista sin que el gobernador civil lo supiese. A nivel eclesiástico España desde Carlos V tuvo el privilegio de presentación de obispos. También ahora, en la Iglesia Católica se ha planteado esta cuestión, no para España, sino para la zona asiática. La cuestión que ha planteado un grupo de cardenales, pero que no ha salido adelante, era elegir un papa que concediera a los jefes de estado de territorios socialistas el privilegio de presentar los nombres de los candidatos a obispo. Desechada esa propuesta, el candidato idóneo ha sido el elegido León XIV. León XIV ya ocupaba el dicasterio para la selección de los obispos.
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TODO EMPEZÓ CON EL EMPERADOR CARLOS V
Cinco pontífices renacentistas resistieron conceder a los Reyes Católicos el alto privilegio de patronato y presentación de obispos a todas las catedrales y abadías consistoriales de sus reinos. Cambiados los signos de los tiempos, Adriano VI concedió en 1523 a Carlos V tan codiciado privilegio y derecho, Clemente VII revocó en 1527 y volvió a confirmar en 1530 la bula del papa Adriano y Paulo III renovó en 1536 el privilegio como reconocimiento a la ayuda prestada por el emperador al pontificado y a la cristiandad. En el concilio de Trento se trató de plantear la validez de esta concesión, pero la propuesta resultó fuera de orden e inaceptable. Así estuvo en vigor el privilegio hasta la renuncia del rey don Juan Carlos I.
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FRANCO INCORPORA EL PRIVILEGIO DE
PRESENTACIÓN EN EL CONCORDATO DE 1953
En 1941, dos años después del final de la guerra civil, el gobierno español firmó un acuerdo con la Santa Sede por el cual el Jefe del Estado, el General Francisco Franco, intervenía directamente en el nombramiento de los Obispos y Arzobispos diocesanos. El acuerdo quedó incluido en el Concordato de 1953, con el que se sellaron las relaciones de cooperación entre ambos estados. Tras el Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI solicitó personalmente al General la renuncia al privilegio, pero Franco se negó supeditando su renuncia a una revisión total del Concordato. El Rey Juan Carlos I renunció meses después de su coronación al privilegio, normalizándose las relaciones Iglesia-Estado deterioradas durante los últimos años del franquismo.
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