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jueves, 20 de octubre de 2022

Octubre2022/Miscelánea. ¡ BENDITAS PLAQUICAS SOLARES!

Hubo un tiempo en que gentes de Teruel decidían el futuro de los reinos del mediterráneo. Así sucedió con el obispo García Fernández de Heredia. Su solución para el compromiso de Caspe chocó con los intereses de Jaime de Urgel que mandó asesinarlo en las inmediaciones de Almonacid de la Sierra (Z). De tales sucesos quedan estos blasones en la puerta de la iglesia de los franciscanos de Teruel. 
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EN EL NOMBRE DE TERUEL

(¡Benditas placas solares!)

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No siempre Teruel estuvo postrada, como lo está ahora. La curva de declive de la economía turolense y el comienzo de la emigración tiene sus tiempos contados y dibujados en el mapa de la historia. Para comprender este fenómeno, no tan raro y no tan exclusivo de Teruel, conviene leer algunos libros y viajar por la provincia de manera atenta y con sentido crítico.

Un libro que describe la tendencia del cambio (siempre a peor) es el de Antonio Peiró Arroyo y titulado: “Tiempo de industria. Las tierras altas turolenses de la riqueza a la despoblación”. El Depósito Legal es del año 2000. El libro es una radiografía de la provincia en ese crítico momento de pasar de la manufactura artesanal a la industria.

Sin embargo es con la revista de Domingo Gascón y Guimbao, Miscelánea Turolense (finales del siglo XIX), cuando se advierte de forma práctica que estábamos embarcados en una espiral hacia la nada.

Consciente, Domingo Gascón y Guimbao diputado por Albarracín, de que la solución a los problemas de Teruel no puede venir de dentro, decide poner en su casa de Madrid una oficina para “vender la provincia” al mejor postor. De esa manera los hierros de Ojos Negros serán para el vasco Ramón de la Sota. El carbón de piedra de Utrillas para una sociedad zaragozana e, igualmente, el azufre de Villel será para los zaragozanos. El carburo lo explota otra empresa catalana lo mismo que el azúcar de Santa Eulalia.

La caída de la ganadería lanar, una agricultura en el límite de los 1000 metros de altitud con un escaso ciclo vegetativo y, la falta de concreción del tejido industrial, que no fue más allá de saltos de luz, herrerías y molinos harineros (ver el Madoz), ha dado una provincia que es, lo que se ve.

Ahora el futuro de la provincia sigue sin estar en manos de los turolenses y colocar los molinos y placas solares es algo que se decide desde Madrid. Aquí, unos protestan y otros se alegran de que en su “campico yermo” les coloquen un aerogenerador o unas placas solares.

 ¡Benditas plaquicas! y ¡malditos roedores!

Iglesia gótica de San Francisco
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