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martes, 26 de agosto de 2014

Agosto2014/Miscelánea. URREA DE GAÉN (DON PEDRO LAÍN LACASA Y DON PEDRO LAÍN ENTRALGO)

Don Pedro Laín Entralgo, hijo del médico del lugar.
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DOS CUADROS DE GOYA
Abrió el diario por la sección provincial y la primera noticia lo dejó helado. De nuevo volvió a evocar en su mente los temibles días de la guerra y revolución en la comarca del Bajo Martín. Decía el diario que, un comunista francés, dejaba dicho en su testamento que los dos cuadros que pintara Goya para la iglesia de Urrea de Gaén se encontraban en la sede del Partido Comunista de Francia. Recordó, Simplón, como don Pedro Laín Lacasa le había acogido a él y a su perro Benyto en su propia casa, les había dado de comer y curado las heridas producidas por las rocas y la maleza de las riberas del río Martín. Evocaba con plácido recuerdo los paseos con don Pedro por el calvario del lugar y las discusiones sobre la Justicia y la Igualdad entre los hombres. Pensó, Simplón, que don Pedro era un ingenuo y que aquellos hombres que llegaban desde Barcelona, no venían a traer esas monsergas que él contaba, sino que venía a arrasar con todo lo que encontraban en una especie de orgía inacabable. Por si acaso, le sugirió Simplón, será mejor que guarde esos lienzos en buen lugar. Sepa, señor doctor, que yo he visto arder las iglesias de la provincia una tras otra sin que esos revolucionarios pusieran límite  a su violencia. Son bárbaros como Atila y no se detendrán delante de un doctorcito por muy de los suyos que se crea.
Al día siguiente don Pedro habló con el cura del lugar. Verá, le dijo el doctor al sacerdote que ya preparaba las maletas para dejar el lugar, yo me encargo de que la iglesia no sea profanada, pero sin embargo, acierta usted en dejar el lugar. Las noticias que preceden a la llegada de los revolucionarios nos hacen ser precavidos. Marchó el cura y don Pedro desclavó los dos cuadros, los enrolló y los lacró lo mejor que pudo para que no sufrieran si acaso debían de ser enterrados por algún tiempo. Al salir el doctor del templo, vio Simplón que ya estaban en la plaza los revolucionarios y que se encaraban con su amigo que llevaba el fardo bajo el brazo firmemente atrapado.
¡Camaradas, camaradas… yo soy de los vuestros, nada debéis de temer de mi! En ese mismo instante un miliciano le colocó un enorme pistolón en las sienes y le amonestó, si en verdad eres de los nuestros, suelta el fardo que llevas debajo del brazo. Don Pedro obedeció y la preciosa carga pasó a manos de un comisario político que la confiscó. A continuación y sin mediar palabra dejaron libre a don Pedro y procedieron a saquear y quemar la iglesia del lugar. Desde luego, el procedimiento era siempre el mismo ya que habían alcanzado gran experiencia tras quemar cientos y cientos de iglesias de todo el Aragón oriental. También, si por casualidad el cura no había dejado el pueblo procedían a su fusilamiento. Después quemaban los archivos parroquiales y municipales, saqueaban las casas de los ricos del pueblo y se iniciaba la colectivización de las tierras. La iglesia hacía de almacén general y allí se reunía, tanto los aperos para las labores del campo, como las armas, como los alimentos que confiscaban a los vecinos.
La noticia pues, a pesar de lo sorprendente, no dio ningún resultado y nadie en Francia ni en el Partido Comunista de Francia hizo el menor comentario. No sabemos si de verdad se salvaron los cuadros ni, tampoco, si se encuentran en posesión de algún coleccionista o magnate de esos que gustan rodearse de arte por pura ostentación.
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