Laureado
general africanista, participa en la sublevación militar defendiendo
sus convicciones monárquicas y luchando contra la ideología
falangista, lo que acabaría por relegarle de nuevo a Marruecos
Herido
una decena de veces y con más de 40 medallas en su guerrera, José
Enrique Varela Iglesias es uno de los generales más importantes con
los que pudo contar Franco para ganar la Guerra Civil y para ganar la
paz en los primeros años del franquismo. De extracción humilde, sus
compañeros de la academia le llamaban despectivamente patatero,
pero pronto destaca como un excelente y valeroso militar.
Carlista
moderado, llega a ser ministro del Ejército en el primer Gobierno
tras acabar la Guerra, puesto desde el que frena los planes de los
falangistas más recalcitrantes de implicar a España en la Segunda
Guerra Mundial del lado de los alemanes. Llega a ser, tras el
Caudillo, el general más poderoso y colabora, a mediados de los años
40, en varios intentos de sustituir el régimen de Franco por la
monarquía. Pero su sentido del deber y la obediencia le llevan a
acatar las órdenes de su superior sin rechistar, acabando su vida
militar allí donde la comenzó, en Marruecos.
Nacido
en San Fernando, Cádiz, un 17 de abril de 1891, hijo de un sargento
de Infantería de Marina, al poco de cumplir 18 años, entra como
corneta en el Primer Regimiento de Infantería de Marina, el mismo
cuerpo donde sirvió su padre. Allí hace carrera y méritos
suficientes para poder ingresar en la Academia de Infantería de
Toledo dentro del cupo reservado a los suboficiales. Tiene entonces
21 años, tres más que la mayoría de sus compañeros. En el verano
de 1915 se licencia como segundo teniente, antigua denominación del
rango de alférez, y es destinado a Marruecos, tierra donde hará su
carrera y sus hazañas. Destinado en el Grupo de Regulares de Larache
destaca en distintas operaciones militares que le permiten ir
ascendiendo en el escalafón militar, recibiendo medalla tras medalla
a costa de varias heridas y la muerte de muchos de sus hombres y aún
más enemigos.
En
1921, todavía como teniente, gana su primera Cruz Laureada de San
Fernando, la distinción más alta del Ejército español en tiempos
de guerra. Seis meses después y tras una nueva acción contra los
rebeldes marroquíes, obtiene la Laureada por segunda vez.
Era
la primera ocasión en la Historia militar española que un hecho así
ocurría. El propio rey Alfonso XIII se la impone personalmente en
Sevilla el 10 de octubre de 1922. Con las condecoraciones viene el
cargo de capitán.
Años
más tarde, en 1925, participaría en el desembarco de Alhucemas,
bajo las órdenes del general Sanjurjo y en la victoria final sobre
los rifeños. Sale de la guerra como teniente coronel y aprovecha
su nueva situación para realizar cursos de aeronáutica y formar
parte de un grupo de bombardeo con base en Melilla. Ascendido a
coronel en 1929, se ve obligado a dejar la jefatura de sus regulares
al haber alcanzado el mando superior. Inicia entonces un viaje por
varios países europeos visitando diversas academias militares para
ampliar sus conocimientos sobre la Infantería moderna.
Al
regresar a España en 1930, toma el mando del Regimiento de
Infantería n°67 en la base naval de Cádiz donde permanece al
llegar la República, Con motivo del golpe del general Sanjurjo en
agosto de 1932, pierde el puesto y es encarcelado. Varela había
participado en los preparativos de la asonada pensando en la
instauración monárquica carlista de la mano del pretendiente a la
corona española Alfonso Carlos de Borbón, Varela es recluido en el
castillo de Santa Catalina, en San Fernando, y en febrero de 1933 es
trasladado a la prisión de Guadalajara, saliendo de ella poco
después. Aunque hasta 1935 no disfruta de una libertad total de
movimientos, el coronel gaditano redacta la ordenanza del
Requeté, la milicia carlista, y recorre España con el
seudónimo de Tío
Pepe o Don
Pepe para
instruir militarmente a los carlistas. Varela también ingresa
en la UME, la organización derechista de los militares. El Gobierno
conservador de Alejandro Lerroux le rehabilita y le asciende a
general de brigada en 1935. En las elecciones de febrero de 1936
sale elegido diputado por Granada por una candidatura de derechas
pero pierde el escaño en una maniobra ilegal de las autoridades.
Pero no por ello Varela deja de conspirar.
A
comienzos de marzo, un militante de la CEDA, José Delgado, acoge en
su casa de Madrid una reunión en la que participan varios generales
como Fanjul, Goded y el propio Varela. En la misma, deciden
levantarse en armas contra el nuevo Gobierno el 20 de abril, pero la
intentona no cuenta con el apoyo de Franco, que les avisa de que aún
no es el momento. El plan, conocido por la policía, no se concreta
pero el general Varela es deportado a Cádiz y vuelto a recluir en el
castillo de Santa Catalina. Sin embargo, permanece poco tiempo
encerrado.
Iniciado
el golpe en África el 17 de julio, el general Queipo de Llano manda
desde Sevilla al general López Pinto, gobernador militar de Cádiz,
liberar a José Enrique Varela, que se hace con el mando de la
rebelión en una zona clave, asegurando el control del Estrecho y
la llegada de las tropas africanas de Franco.
Durante
las primeras semanas de la Guerra, el general gaditano dedica sus
esfuerzos a controlar la zona occidental de Andalucía, haciendo
incursiones en Málaga, Córdoba y Granada. En septiembre releva
al coronel Yagüe del mando de las columnas que avanzan hacia Madrid.
Yagüe había criticado la estrategia militar de Franco, que desvió
el avance sobre la capital para liberar el Alcázar de Toledo. El
general Varela es quien oye del coronel Moscardó el conocido: "Sin
novedad en el Alcázar".
José
Enrique Varela es el autor del plan de ataque sobre Madrid en
noviembre de 1936. Fracasada esta primera ofensiva, cae herido
el 24 de diciembre durante el intento de control de la carretera de
La Coruña, siendo sustituido por el general Orgaz. En febrero de
1937, Varela, ya recuperado, tiene el mando de tres brigadas que
participan en la Batalla del Jarama. Al no conseguir los objetivos
militares exigidos por Franco, es destituido del mando el 12 de
marzo. Sin embargo, es ascendido a general de división dos meses
después. Tras la caída del Frente del Norte, Franco reorganiza
sus fuerzas creando el Cuerpo de Ejército de Castilla que encomienda
a Varela. En julio, el general se apunta un gran triunfo al frenar la
ofensiva republicana en Brunete. Meses después trasladaría sus
hombres al escenario de Aragón, participando en las sucesivas
batallas de Teruel, el Ebro y la ofensiva final sobre Cataluña. Al
acabar la Guerra, y como bilaureado, es
el responsable de imponer la misma medalla al general Francisco
Franco durante el Desfile de la Victoria en la jornada del 19 de
mayo de 1939 en Madrid. El Caudillo le nombra ministro del Ejército
el 9 de agosto de 1939. En su nuevo cargo, se centra más en labores
de reforma militar que en hacer política. Reinstaura las
capitanías generales y decreta una serie de medidas de depuración
que llevan a muchos combatientes republicanos a la cárcel.
Varela aprovecha el relativo remanso que le da el Ministerio
tras años de guerrear para casarse el 31 de octubre de
1941 en Durango, Vizcaya, con la carlista Casilda de Ampuero y
Gandarias, que fue delegada nacional de Frentes y Hospitales
durante la Guerra Civil. Tres meses antes había sido ascendido a
teniente general, lo máximo en el escalafón militar. Sobre él,
sólo está el Generalísimo. José Enrique Varela cuenta
entonces con 50 años.
Además
de volcarse en la reestructuración del Ejército español,
Varela sólo tiene otra preocupación: los falangistas, en
especial Serrano Suñer, cuñado de Franco y ministro con muchos
poderes, demasiados para Varela. El condecorado militar
recela de la influencia que Falange y Serrano tienen en el Gobierno.
Como carlista tradicionalista, abomina de la ideología del Nuevo
Estado que
defienden los falangistas. Como monárquico, apuesta por la vuelta
más pronto que tarde de la monarquía rechazada por los camisas
azules. Y como aliadófilo, hace lo imposible por evitar la
entrada de España en la Segunda Guerra Mundial del lado de las
potencias del Eje.
Uno
de los ejemplos es la organización de la División Azul que se forma
para enviar al Frente soviético para luchar contra los
comunistas. Los falangistas quieren que sean voluntarios salidos de
sus filas y, más importante, que sea mandada por uno de los
suyos. Varela consigue que la expedición sea controlada por los
militares. Pero el desprecio es mutuo. Muchas de las maniobras
de Serrano Suñer van encaminadas a cortocicuitar el hilo directo
que hay entre Franco y uno de sus más fieles generales.
La
guerra interna tiene un desenlace inesperado en agosto de 1942. El 16
de ese mes tiene lugar una concentración carlista en la basílica de
la Virgen de Begoña, en Vizcaya, presidida por el teniente general y
ministro José Enrique Varela. A la salida del acto, y en medio de
una gran confusión, un grupo de falangistas arroja varias bombas de
mano causando algunos heridos. Varela considera el acto como un
atentado contra su persona y contra el propio Ejército y pide al
Caudillo que tome medidas contra los falangistas. Pero Franco, que no
suspende sus vacaciones en Ferrol, actúa con su parsimonia habitual
y, también como siempre, pone en marcha un delicado juego de
compensaciones, El 3 de septiembre, Serrano Suñer es destituido como
ministro, pero con él cae también el propio Varela, que es relevado
por el general Carlos Asensio Cabanlllas. Aunque éste se niega a
aceptar el cargo, como otros militares en solidaridad con Varela,
finalmente lo asume cuando Franco le recuerda que no es un
ofrecimiento sino una orden de su superior.
Cuando
en 1943 las cosas empiezan a irle mal a los ejércitos de Hitler e
Italia es invadida por los aliados, muchos piensan llegada la hora de
reconducir el rumbo. Hay que limpiar el régimen de Franco de todo lo
que le identifique con el fascismo e ir pensando en reinstaurar la
monarquía, Varela es uno de los que así piensan.
El
8 de septiembre, la mayoría de los generales que combatieron con
Franco en la Guerra Civil firman una carta que, entre otras cosas,
dice: "Hace siete años y en el aeródromo de Salamanca os
investimos de los poderes máximos en el Ejército y en el Estado
(...). Quisiéramos que el acierto que entonces nos acompañó, no
nos abandonara hoy al preguntar con lealtad, respeto y afecto a
nuestro Generalísimo si no estima, como nosotros, llegado el momento
de dotar a España de un régimen estatal, que él como nosotros
añora (...). Parece llegada la ocasión de no demorar más el
retorno a aquellos modos de gobierno genuinamente españoles que
hicieron la grandeza de nuestra patria y de los que se desvió para
imitar modos extranjeros". El destinatario de una misiva tan
explosiva es Francisco Franco y el propio Varela la persona encargada
de entregársela. Sin embargo, Franco volverá a actuar sin prisas
ante el envite más serio que ha tenido que lidiar hasta ahora. Cita
uno a uno a los signatarios del documento, les llama a capítulo
y desactiva la intentona. Varela, que en su momento llegó a tener a
sus órdenes 25 divisiones y 450.000 hombres, opta por la prudencia y
se aleja de la política sin alzar la voz.
El
5 de marzo de 1945, Franco le designa como nuevo Alto Comisario de
España en Marruecos sustituyendo al general Orgaz. Varela, en una
especie de retiro dorado, vuelve así a la tierra que le vio nacer
como militar. Al año siguiente, aún quedan monárquicos que creen
que su papel puede ser decisivo para el regreso de la monarquía. Al
trasladarse el heredero a la corona Juan de Borbón a la cercana
localidad portuguesa de Estoril, en el momento álgido del
aislamiento del régimen, varios militares monárquicos animan a
Varela a pronunciarse. Pero el siempre prudente José Varela escribe
a un camarada: "El régimen actual vive más que de sus
aciertos, de los errores y de la desunión de los monárquicos".
El
24 de marzo de 1951, a pocos días de cumplir los 60 años, la
leucemia acaba con su vida en Tánger. Desde allí es trasladado a
Cádiz, siendo enterrado tres días después en su localidad natal,
San Fernando. Franco le ascenderá a título póstumo a capitán
general, nombrándole también marqués de Varela de San Fernando.
***
**
*